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Carnaval y Gestión Cultural

por

«Carnaval aunque nunca te fuiste, estás de vuelta

Carnaval, gracias por quedarte cerca, siempre alerta

Carnaval, del peor de los dioses sos la apuesta

Carnaval, sos la vida que me llama, y me despierta

Carnaval, sos la eterna pregunta, sin respuesta

Carnaval, mi ventana que da al mundo, siempre abierta

Carnaval, sos la vida que me llama y me despierta

Carnaval aunque nunca te fuiste, estás de vuelta.»

Canción de la obra de teatro murga “Esta noche hay corso”

Letra y música Jorge Pico Fernandez – Grupo Tres Tigres Teatro

En vísperas de celebrarse nuevamente el carnaval, acepto la invitación de RCG y comparto algunos elementos para pensar los desafíos de la Gestión Cultural en el marco de este sustancial acontecimiento.

En nuestro continente el carnaval es una manifestación compleja y heterogénea, nacida de la fusión colonial de las tradiciones culturales prehispánicas y europeas, que dieron origen a una densa trama de lenguajes y significados místico-rituales. Este inquietante fenómeno se debate a lo largo del tiempo entre la resistencia, la libertad y el orden.

Casi como una humorada, vale recordar que la palabra carnaval proviene del latín carnelevare que podría traducirse como “quitar” o “sacar” la “carne”, justo en momentos que la feroz pérdida del poder adquisitivo nos quita el asado, los bifes y milanesas. Al igual que nuestra economía doméstica, esta celebración ha sido objeto de disciplinamiento por parte de los poderes de turno.

Durante la época de la colonia en nuestro continente, negro(a)s, indígenas, pobres y trabajadore(a)s encontraron en los días de carnaval un espacio de expresión que resignificó lo heredado y posibilitó de diversas maneras la resistencia cultural ante la opresión de cleros, virreyes y élites.

Con la creación de los Estados Nación y particularmente con la supremacía de las ideas ilustradas de la generación del ´80 en nuestro país, se profundizaron las medidas regulatorias y los controles. El proceso de “civilización” encontraba en las manifestaciones carnavaleras un promotor de la “barbarie” que era necesario ordenar.

Las ideas modernas comienzan a generar un proceso de delimitación del espacio público y del espacio privado, y de diferenciación entre espectadores y artistas. Por aquellos años el corso a la europea fue el evento oficial impulsado por el presidente Domingo Faustino Sarmiento.

Entrado el siglo XX el carnaval se consolida a partir de ser promovido por nuevas experiencias asociativas que permiten una expansión de la vida pública a pesar de las restricciones democráticas ligadas al fraude.

Durante la presidencia de Perón, fueron legitimadas las manifestaciones de la clase trabajadora y aumentó la participación. En 1951, y luego en 1955, lunes y martes de carnaval comenzaron a ser reconocidos como días no laborables. Luego, la “revolución fusiladora” ratificó los feriados en 1956 y mantuvieron esta institucionalidad hasta el golpe militar de 1976 que los eliminó del calendario oficial.

Pero más allá de las dictaduras y las prohibiciones conservadoras, el carnaval resistió en los barrios de Argentina. Con el retorno democrático y el avance del modelo neoliberal podemos decir que se generaron dos procesos que a simple vista podrán ser contradictorios, pero que conviven hasta nuestros días. Por un lado, con la desfinanciación de la cultura en los 90, se instaló con fuerza la perspectiva del potencial lucrativo de la cultura permitiendo que la lógica del entretenimiento, modificara las características de los festejos para promover el interés de pagar por él.

Como contracara, el espíritu libertario de las carnestolendas convocó a nuevas generaciones en momentos de profundo descreimiento de la política, que buscaban un modo diferente de protagonizar la vida pública. Al respecto, el investigador Marcos Griffa plantea que las murgas protagonizadas por jóvenes “recrearon formas de hacer política a través de modos renovados de participación social”. El derecho a poder ensayar en las plazas y la recuperación del feriado fueron dos reivindicaciones antagónicas al crecimiento de las políticas represivas.

Con el cambio de modelo político y económico iniciado en 2003, fueron mejorando lentamente las condiciones para las celebraciones. La restitución del feriado nacional en 2010 por parte del gobierno de Cristina Fernández, potenció el entramado construido por los y las hacedore(a)s y empujó a la generación de políticas desde los gobiernos locales. Hoy, más allá de la crisis económica originada por el actual gobierno, el carnaval parece tener un presente consolidado.

Ahora, luego de estas breves apreciaciones históricas, vale preguntarse ¿Cuál debería ser el rol de la gestión cultural? Podemos decir que el carnaval es una política cultural en sí misma, en tanto objeto de intervenciones de diferentes actores que intentan satisfacer necesidades culturales de la población y que en este proceso se ponen en tensión la búsqueda de conservar o transformar la realidad. Esta dinámica nos demanda una reflexión que permita una intervención fundada en la escena, asumiendo riesgos políticos que superen las miradas segmentadas. Por su historia y densidad social debemos problematizar las asimetrías entre los actores que posibilitan o no satisfacer las necesidades y las diferencias determinadas por cuestiones de raza, clase, sexualidad y género.

Dicho lo anterior, me atrevo a proponer algunas dimensiones de análisis o líneas de acción para intervenir de manera integral e inclusiva el fenómeno en cuestión:

1. Aún es escasa la producción de conocimiento a partir de investigaciones o estudios que aporten elementos más allá de nuestras experiencias. Para la academia, los gobiernos y hacedores esta tarea no ha despertado interés, constituyendo una debilidad para el diseño de políticas. El carnaval es un objeto de estudio generoso que permite abordajes transdisciplinares que produzcan información calificada sobre consumos culturales, participación, procesos creativos, performance y economía, entre otros.

2. Es una política de la memoria. En su repetición, la fiesta es un “vehículo de la memoria colectiva y una apertura hacia el futuro” (Milita Alfaro; 1991). Esta es tal vez, una de las funciones más interesantes en tanto alternativa a los procesos de fragmentación social (o individualismo) que promueve el capitalismo actual. Por su potencial intergeneracional, es también un espacio de encuentro y circulación de historias, saberes y deseos que favorecen la integración social.

3. Es una política de salvaguarda cultural de los pueblos, en particular del patrimonio inmaterial. El carnaval es un reservorio de una enorme variedad de prácticas que perduran con el paso del tiempo y de otras invisibilizadas que aún viven en la memoria de los vecinos. A tono con las recomendaciones establecidas por la UNESCO en la Convención de Salvaguarda de Patrimonio promulgada en 2003, aún son escasos los proyectos que activen y divulguen el patrimonio intangible condensado en esta celebración.

4. Efectiviza el ejercicio del derecho humano a la cultura. Se ajusta claramente a lo planteado por el artículo 27 de la Declaración Universal en la que se establece que «Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad». De los cuales se desprenden dos claras interpretaciones: por un lado, visibilizar, denunciar o resolver cualquier tipo de injerencia que pudieran realizar los Estados -y agreguemos al mercado- que impidan la manifestación de prácticas culturales; por otro, trabajar sobre el desarrollo de las condiciones –materiales y simbólicas- necesarias que posibiliten la efectiva participación en la vida cultural.

5. Como política de base comunitaria. Recuperando las experiencias de la región, especialmente lo impulsado por Gilberto Gil, es estratégico estimular el tejido cultural ya existente, antes que generar propuestas desde un escritorio. Mayormente los festejos son fruto de la acción colectiva y los saberes de cada organización, pero siempre existen obstáculos internos o externos que es necesario sortear.

6. Como mencionamos anteriormente el carnaval presenta una permanente disputa por la ocupación de los espacios públicos en su dimensión física y política. Debemos aportar elementos que ayuden a tomar decisiones beneficiosas que, sin desconocer el interés simbólico que despierta la presencia en determinados lugares, posibilite la coordinación con los servicios públicos para lograr los más altos estándares técnicos y de seguridad para todos los involucrados.

7. Plataforma de producción artística. En la actualidad es fundamental desarrollar el potencial creativo atendiendo sin jerarquías estéticas lo tradicional y lo emergente. Esto permitiría mejorar y diversificar las propuestas, atraer nuevos públicos o incorporar el carnavalero a otros circuitos culturales. Este abordaje estrictamente artístico demanda también formación y diálogo con otros campos artístico.

8. Es fundamental abordar la dimensión económica con orientación sustentable y redistributiva. Más allá de las escalas, como todo evento cultural implica inversiones, gastos e ingresos que es necesario mensurar, para que exista un modo equitativo de repartir costos y beneficios. En esta línea también es necesario analizar el modo de vinculación de los trabajadore(a)s y la relación con el sector comercial.

Planteadas estas posibles líneas de trabajo me gustaría compartir una última inquietud. Con la restitución del feriado de carnaval se hace presente con mayor claridad una tensión entre dos posibles horizontes que es necesario abordar. Uno de ellos es el iniciado por el neoliberalismo que nos seduce a desarrollar un producto de entretenimiento para su comercialización y en algunos casos posibilidades laborales para miles de trabajadore(a)s. El otro, es el carnaval como fiesta popular que demanda grandes niveles de organización comunitarias y con una activa presencia del Estado para garantizar las condiciones necesarias para la realización de festejos masivos, descentralizados, cuidados y de calidad. Tal vez un modo de abordar esta tensión sea la gestión cultural participativa, que reconozca los intereses divergentes sin temer a los conflictos que se presentan en el carnaval.


Agradecimiento a Vero, Mecha, Nano y Marcos por sus aportes.

Fotos de Archivos gentileza del Centro de Conservación y Documentación Audiovial (UNC)

Fotografía color gentileza de Gastón Citrus de la murga «La Tunga Tunga» (Córdoba)

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