Iban a matar al teatro
El COVID 19 llegó y se instaló entre nosotros con descaro. Sin ninguna intención de retirarse en un corto plazo, esta pandemia globalizada nos obliga a repensar nuestros vínculos afectivos y sociales, nuestras fuentes laborales, las artes escénicas y nuestra propia vida como entidades vulnerables y sujetas a un continuo cambio, a una gran transformación.
Esta extraña situación que nos deja expuestos, viene acompañada también de la redefinición del valor que le damos al carácter efímero de nuestro trabajo como creadoras y creadores de artes escénicas y de la importancia que ahora descubrimos en nuestra capacidad de adaptabilidad e improvisación.
La capacidad de escucha y discernimiento que debemos tener, también, para estar debidamente informados y sacar nuestras propias conclusiones a tiempo para adaptarnos, como artistas, a nuestro nuevo entorno desde el punto de vista de nuestro trabajo.
Estas, supongo, habrán sido algunas claves para que el teatro haya sobrevivido a sus 3000 años de existencia, durante los cuales ha superado unas cuantas guerras mundiales, censura, pestes, cuarentenas, y el nacimiento y auge del cine y la televisión, que según se auguraba, iban a matar el teatro. Pero nada de esto sucedió, y el teatro aquí está, vivo y pujante. Una vez más, nos tendremos que recuperar.
Las pestes, específicamente, y su consecuente cuarentena se han asociado históricamente a la creatividad, por ahí se ha dicho que:
“El tema de las plagas y las pestes siempre ha influido en el quehacer teatral y sobre el imaginario de la gente que escribe y vive del teatro”, asegura Pedro Salazar, director del área de artes escénicas de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de Los Andes. Las plagas y las epidemias aparecen en las obras magistrales del teatro universal, como Edipo Rey, de Sófocles; Hipólito, de Eurípides, o Romeo y Julieta, de William Shakespeare.
También el aislamiento social ha sido parte de la dramaturgia universal. Por ejemplo, James Shapiro, de la Universidad de Columbia, asegura que Shakespeare escribió obras maestras como Rey Lear, Macbeth, y Antonio y Cleopatra durante la cuarentena en la plaga de 1606. Este período fue “una concentración de poder creativo, más que cualquier otra época en la carrera de Shakespeare”, afirma el académico.
Los problemas que seguramente enfrentó Shakespeare en su cuarentena, no son los mismos que enfrentamos ahora. En el período isabelino, el ejército de la Reina recorría los pueblos tapiando con cemento puertas y ventanas, dejando a las familias encerradas en sus casas y libradas a su suerte. Hoy en día no enfrentamos ese nivel de dificultad, pero vaya si enfrentamos otros.
Muy lejos de la romantización de la cuarentena como un período creativo en condiciones ideales están los miles de compañeras y compañeros que se encuentran con sus ingresos reducidos a cero, imposibilitados de trabajar. Muchos, atravesando el traumático abandono de sus hogares por falta de pago del alquiler. Creadores y creadoras que se quedan en casa, afrontando la responsabilidad de cumplir con el teletrabajo, mientras cuidan a sus hijos e hijas que no van a la escuela, haciendo las tareas domiciliarias a través de plataformas digitales, limpiando la casa, cocinando e imaginando miles de estrategias para mantener a los niños entretenidos, intentando desesperadamente que no todo colapse a su alrededor.
A pesar de todo, en medio de un rápido proceso de duelo frente a las formas de las artes escénicas pre-COVID, la creatividad no se hizo esperar: funciones de obras de teatro creadas especialmente para plataformas digitales, series web, proyectos de musicalización de relatos y cuentos, teatro desde las ventanas de los hospitales y los hogares, teatro en los patios de los complejos de edificios. Viejas formas reaparecen, como el radioteatro y la musicalización de relatos y cuentos. Muchas de estas nuevas formas se generan espontáneamente, otras para postular a diferentes convocatorias que se han organizado desde la esfera pública.
Se dan situaciones de paradoja, nunca fue tan importante la tecnología al servicio de la comunicación, así como tampoco antes fue tan patente que no suple el contacto presencial. A cuento de esto, un hermoso proyecto que recibimos en el Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo en la Convocatoria “Arte en tiempos de cuarentena” se basaba en la narración oral telefónica para personas mayores de 70 años. Los artistas responsables de este proyecto detectaron que, proporcionalmente, el volumen de las llamadas telefónicas había aumentado más que el uso de Internet, por el simple hecho de que la gente quiere oír las voces de los demás en la pandemia.
Pero estas nuevas formas parecen no alcanzar por sí solas, los artistas de las artes escénicas tenemos la necesidad de encontrarnos, necesitamos hacer uso de nuestros cuerpos presentes en un espacio como herramienta creativa, porque creemos que el encuentro que se da en un teatro, es insustituible. Estas formas potenciarán nuestra creatividad en el futuro, y lo importante para muchos fue transitarlo, hacerse preguntas, ser valientes, ser improvisadores. ¿Es teatro el que se ve desde la pantalla de la computadora? En realidad, poco importa la respuesta, si pensamos que lo importante es que esta inventiva, esta creatividad, a muchos, nos salvó la cuarentena, nos puso a crear, nos enfrentó como espectadores a nuevos retos.
Luego de un primer impulso primitivo y egoísta de salir a saquear las estanterías de los supermercados, nos dimos cuenta de que de esto se sale de forma colectiva y no individual, y de que si tú estás mejor, yo estoy mejor porque somos parte del mismo colectivo y solo salimos adelante si empujamos juntas y juntos en pos de un objetivo común. Tenemos la obligación de unirnos para defender este teatro nuevo de protocolo, sin poner en riesgo la salud de nadie, pero peleando por nuestro espacio, por nuestro derecho a trabajar.
Muchos aprendizajes quedan si sabemos verlos. Me quedo con las conmovedoras muestras de solidaridad que he visto entre compañeros, me quedo con la sorprendente capacidad creativa de artistas jóvenes que han reinventado las formas de las artes escénicas, me quedo con la enorme valentía y determinación de los no tan jóvenes, que han aprendido a usar las plataformas virtuales para seguir desarrollándose como profesionales. Me quedo con el público, que ha acompañado nuestra angustiante pausa, esperando, al igual que nosotros, poder volver.
Porque a nadie le quepa duda, una vez más, volveremos.
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