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La “incomodidad” de las cuestiones de género(s) en la Gestión Cultural

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En un contexto actual donde en el campo económico y político coexisten distintas formas de conservadurismos que disputan los gobiernos de la región (pensemos en Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador y Uruguay por nombrar algunos); en el campo cultural se combinan diferentes discursos y prácticas -algunas conservadoras y otras disruptivas- que ponen en tensión los proyectos políticos culturales de nuestras naciones y sus formas de gestión. Consecuentemente, como hacedorxs1 culturales, la actualidad nos descubre en ciertas incomodidades que hasta el momento venían siendo evitadas o enunciadas en “planos secundarios”.

Por dar solo un ejemplo: durante el 2018 la disputa en la agenda pública por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE)2 visibilizó -con mayor fuerza- las críticas de los grupos más conservadores que entienden a los enfoques de género en las políticas públicas como ideología.3 De esta manera, símbolos y prácticas instaladas socialmente por los grupos feministas (pañuelos, materiales audiovisuales, danzas, performances, volantes, redes sociales, obras de teatro, colectivos artísticos, programas radiales y televisivos, referentes comunicacionales, entre otras) fueron resignificadas para “alertar” sobre el avance estatal que se ha producido glorificando una mirada anti-educación familiar. Consecuentemente, los grupos “Pro-Vida” lograron (una vez más) posicionar y profundizar en el campo cultural y sus prácticas enfoques conservadores y/o religiosos en nociones como las de “la crianza”, “la maternidad”, la “complementariedad” entre hombres y mujeres, y “la educación” como ejes claves en el marco de la “familia moderna nuclear” legitimando slogans como “Con Mis Hijos No Te metas”.4

Ahora bien ¿Que nos sucede a quienes pensamos, ideamos, planificamos, desarrollamos y evaluamos lo cultural en este marco actual? ¿Las cuestiones de género5 (y agrego: feministas) son preguntas pertinentes para el campo cultural? ¿Deberíamos interpelar todas nuestras prácticas desde enfoques que transversalicen las cuestiones genéricas? ¿Deberíamos dar cuenta del estado de situación actual en nuestro campo cultural sobre que venimos haciendo en relación a los derechos adquiridos por y para las mujeres, las diversidades/disidencias6 sexuales y los géneros7?

Estas son solo algunas preguntas que intentan invitarles a reflexionar sobre como los enfoques de políticas culturales han invisibilizado durante décadas las cuestiones de géneros/diversidades/disidencias.

Entonces, el convite en estas líneas es doble. Por un lado, a pensarnos en la incomodidad de ciertos “planos secundarios” en los cuales nos observarnos reproduciendo formas de ser y estar en el mundo que gestionan desigualdades por medio de acciones y prácticas patriarcales (y muchas veces sexistas)8 que han invisibilizado como las relaciones de poder se configuran por medio de complejas tramas que relacionan clase, etnia y género (Quijano, 2007; Segato, 2015; entre otrxs). Por otro lado, encontrar(nos) en la responsabilidad de la gestión de una cultura de géneros que garantice los derechos vinculados a las mujeres, a las diversidades y a las disidencias que parecieran hoy estar en riesgo de perderse.

Mujeres en la cultura ¿y el resto?

Comencemos con algunos datos. En el año 2017 se llevó a cabo la Segunda encuesta a nivel nacional (la primera fue en 2013) la cual por primera vez elabora un informe específico sobre la condición de las mujeres en el campo cultural al que denominó: “Mujeres en la cultura. Notas para el análisis del acceso y la participación cultural en el consumo y el mercado de trabajo”.9 Dicho informe se presenta con el objetivo de convertirse en “un avance de la investigación sobre la perspectiva de género en el sector cultural, analizada desde la óptica del acceso, el consumo y la participación cultural por un lado; y del mercado laboral, el empleo del sector cultural y las profesiones culturales por otro.” (SInCA, 2018:3). El informe trabaja sobre dos ejes para visibilizar el impacto de las desigualdades de género en el campo cultural: el consumo de bienes y servicios culturales; y, la composición del mercado de trabajo cultural y creativo.

Por razones de espacio editorial, en este escrito no nos detendremos en las especificidades de dicho trabajo (aunque recomendamos su lectura). No obstante, quisiéramos señalar que el informe si bien, por un lado, nos permite visibilizar el lugar de las mujeres y los varones tanto en el acceso a la participación del campo cultural como a las condiciones de quienes trabajan en dicho espacio. Por otro, no da cuenta de la situación actual en el campo cultural de los colectivos vinculados a las diversidades y/o disidencias (es un enfoque binario de entender los géneros); y, tampoco observa las relaciones políticas/activistas/militantes que tienen en el campo cultural estos colectivos y/o grupos que resisten, tensionan y demandan visibilidad identitaria para el acceso del propio campo cultural que disputan. Entendemos que esta invisibilización de lo político que plantean las cuestiones de géneros es una de las razones de que la “Ola Verde” feminista del 2018 haya sorprendido a quienes trabajamos en los distintos ámbitos culturales.10

En trabajos previos (País Andrade; 2014, 2015, 2016 a y b, 2017) hemos tratado de no perder de vista y explicar como en el transcurso de la última década argentina se comenzaron a trazar ciertas acciones y/o programas socioculturales garantes de derechos a las mujeres y a las diversidades/disidencias en un clima de época donde se fueron promulgando leyes como Identidad de Género, Matrimonio Igualitario, Prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas, Violencia contra las mujeres, etc.).11 Sin embargo, la inclusión de las personas por razones de géneros y/o disidencias/diversidades fue gestionada de modo anacrónico en la tarea interna de dichos programas, planes y/o acciones donde la gestión cultural -en muchos casos- se asociaba a la función ideológica/política de la inclusión en pos de la transformación social sin tener en cuenta las desigualdades por cuestiones de géneros que vivencian las personas de carne y hueso y que se reconfiguran en sus prácticas culturales cotidianas (País Andrade, 2018).

Es en este escenario donde el campo cultural argentino se comienza a resignificar como espacio de disputa, negociación y resistencia de los derechos en cuestiones de géneros de las distintas colectivas de mujeres/disidencias/diversidades/trans/feministas. Es en este escenario también, donde la revolución de las hijas12 nos desnudan (y está muy bien) materializando nuestrxs cuerpos culturales como producto de un sistema cultural patriarcal opresor y desigual que –paradójicamente como trabajadorxs culturales- deberíamos mostrar para transformar.

Era hora de que las cuestiones de géneros en la gestión cultural nos pongan “incómodxs”.

Para sintetizar lo dicho podemos decir que la lectura y reflexión del informe al que hicimos referencia nos permite visualizar que no es lo mismo ser mujer o varón en el campo cultural. Nos permite observar dónde y cómo estamos. Al mismo tiempo que nos abre por lo menos dos desafíos: ¿cómo diseñar, ejecutar y evaluar la gestión de una cultura de géneros? (es decir producir indicadores sustantivos sobre las políticas culturales actuales); y, ¿Cómo incluir las instancias, dispositivos y herramientas para transversalizar un enfoque de géneros/feministas13 en las intervenciones cotidianas locales que realizamos en los distintos territorios, comunidades, ámbitos educativos, proyectos, etc.? O, el desafío de hacer(nos) esta “simple” pregunta ¿Cómo educamos la capacidad de ser gestorxs de los recursos culturales con una mirada que transversalización de y desde los enfoques de géneros/feminismos?

La gestión de una cultura de géneros

Para poder llegar al final de estas líneas con algunas pistas de cómo responder la pregunta anterior recordemos que desde el 10 de diciembre del año 2015 la Argentina se encuentra bajo la presidencia del Ingeniero Mauricio Macri, quien había sido jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) desde los años 2007 al 2015. Representando a la Coalición política Cambiemos se comienzan a implementar acciones políticas, económicas y socioculturales enmarcadas en discursos con tintes liberales, desarrollistas y conservadores. Como resultado, el cambio del proyecto cultural de Nación achica el rango de Ministerio al de Secretaría de Cultura fusionando este campo con Educación y Ciencia. Consecuentemente se reconfiguran los sentidos de la gestión, interpelando los programas, proyectos y líneas de acción que se venían gestando y/o desplegando durante el período anterior operativizando en el campo cultural la noción de emprendedorx.14

Ante los cambios de miradas en función de lo que se está a entendiendo por un proyecto cultural resulta necesario identificar ciertos retos en y desde el quehacer cotidiano de quienes trabajamos en el campo cultural: visibilizar y relevar las demandas territoriales que emergen ante la diversidad cultural actual; reconocer los derechos ciudadanos de los distintos pueblos originarios, de las sexualidades, de los distintos grupos etarios, de los diversos espacios religiosos, etc.; incorporar nuevas formas de comunicación y tecnologías; resignificar(se) con otres trabajadorxs de la cultura en y desde las particularidades; identificar los agentes culturales actuales en juego (públicos, privados, mixtos, ONGs, etc.); repensar espacios de formación y redes de trabajo a nivel regional y nacional, públicos, privados, mixtos, etc. (País Andrade, 2016b; 2017; 2018). Justamente, desde estos enclaves, subrayamos la necesidad de reconocer(se) -además- como trabajadorxs en-generizadxs (Bonder, 1998) de la cultura en un proceso transformador que implica una mirada y una postura política en vínculo con las demandas/expectativas de los territorios y las comunidades en las cuales se interviene. Ante esto, más que sostener un paradigma de identidades sexo-genéricas únicas y homogéneas, es necesario observar su heterogeneidad, sus disputas, sus acuerdos, sus espacios de acción, sus ámbitos de demandas y, sobre todo, como se reproducen en las prácticas culturales cotidianas para poder gestionar la inclusión.

Asimismo, los proyectos en cultura que se desprenden del quehacer cotidiano, implican expectativas y necesidades reales de personas de carne y hueso. Esta complejidad nos obliga a situar cada gestión de lo cultural en sus relaciones estructurales, pero también, en sus emplazamientos locales, sus contradicciones, sus prácticas concretas, sus contradicciones, etc. De ahí que debamos repensar(nos), quienes trabajamos en y desde lo cultural, cómo esperamos interpelar la actualidad que nos posiciona en las incomodidades de repensar(nos) en nuestras sexualidades y en las relaciones/jerarquías de poder que hemos construido desde sus bases.

Entiendo, que este posicionamiento político en torno a visibilizar y tensionar las identidades sexo genéricas lograría aportar(nos) información que mejore los niveles de coordinación y coherencia entre los diferentes programas, planes y proyectos en el campo cultural y sus diálogos con otras políticas socioculturales destinadas a las mismas poblaciones. Esto mostraría también las diferentes experiencias satisfactorias que no son leídas en el marco macro de las políticas exitosas que, en muchos casos, profundizan desigualdades en torno a las identidades de género y de las diversidades sexuales. Estos diagnósticos permitirían exigir a nuestros Estados el derecho de la transversalidad de enfoques de géneros/feminismos en las políticas culturales públicas, privadas y/o mixtas para garantizar la búsqueda de inclusión en el acceso, producción y vivencia de lo cultural.

Reflexiones compartidas

Sabemos, que las desigualdades genéricas se visibilizan y complejizan cada vez con más intensidad en las agendas políticas y sociales de nuestro país. Pienso entonces que, por ello, se requiere una gestión de la política que visibilice y materialice las prácticas culturales e ideológicas cotidianas que sostienen y reproducen los estereotipos de géneros.15 La pregunta entonces es si estamos dispuestxs a repensarnos en diferentes formas de gestionar lo cultural que implica necesariamente renegociar nuestras propias formas de construir poder para ser y estar en el mundo.

Es, en este sentido, donde teorizo que el campo cultural -mediante la legitimidad de sus prácticas- se encuentra con la responsabilidad de identificar, relevar, tensionar y cuestionar los discursos (más/menos) conservadores y los discursos (más/menos) progresistas que se encuentran actualmente en disputa sosteniendo prácticas que fundamentan la reproducción o transformación de lo político en la cultura. Pienso también, en la centralidad de la gestión de las políticas culturales ya que en ellas y desde ellas se resignifican derechos básicos en una sociedad como lo han sido –y las repito- las leyes de identidad de Género, Matrimonio Igualitario, Prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas, Violencia contra las mujeres, etc.) las cuales se observan como fundamentales para la transformación de un sistema cultural que no deje por fuera a más de la mitad de quienes hacemos humanidad.

Imagen: «Brujas» de Bibiana Quagliotti, de su colección Calados (2019).

* Artículo publicado originalmente en 2019 como parte del libro Gestión Cultural en la Argentina


Bibliografía

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País Andrade, Marcela A. (2017) ¿Por qué pensar las políticas y la “gestión” cultural desde una perspectiva de género? En García Aguilar, María del Carmen (Coord.) Experiencias y desafíos de los Centros y Programas de Estudios de Género. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Facultad de Filosofía y Letras. Puebla, México: Colección contemporánea universitaria; pp. 29-39. Disponible en http://cmas.siu.buap.mx/portal_pprd/work/sites/filosofia/resources/PDFContent/1870/experiencias%20y%20desafi%C3%ACos%20digital.pdf

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Segato, Rita (2015) Introducción: Colonialidad del poder y antropología por demanda. En La crítica de la colonialidad en ocho ensayos y una antropología por demanda. Buenos Aires: Prometeo.

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Wittig, Monique (1986) The Mark of Gender. In Feminist Issues 5.2 (1985), 3-12.

Yúdice, George (2002) El recurso de la cultura. Usos de la cultura en la era global. Barcelona: Gedisa.

1 El lenguaje escrito es una forma de visibilizar las marcas genéricas, por ello utilizamos la x cuando nos referimos a universales en los que pueden incluirse todas las personas, sin importar si se reconocen como mujeres, varones o trans. Si bien el uso de “x” es algo informal, o inclusive incomodo, su uso en ámbitos formales como la academia, es una herramienta de explicitación de la heteronormatividad inscripta en el lenguaje. El uso de la “x” puede ajustarse a cada persona sin re-producir, a través del poder del lenguaje, la creencia en dos géneros/sexos, que, siguiendo a Wittig (1986) es una base fundamental no sólo del sexismo, sino también de la homofobia y la heteronormalización. Aclaramos que también es pertinente el uso de la “e” para ciertos casos. Ambas formas de lenguaje inclusivo serán utilizadas en el texto.

3 Para ejemplificar esta postura señalamos un párrafo del escrito realizado por la Conferencia Episcopal argentina en 2018 donde el papa afirma que “Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo (…) No hay que ignorar que el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir, pero no separar”. Entendida así, desde nuestra cosmovisión cristiana rechazamos la ideología de género, pero no podemos negar que la perspectiva de género es una categoría útil para analizar la realidad. Por ello, nos preocupa que se pretenda imponer la “ideología de género” al proyecto de educación, desconociendo la libertad que asiste a los padres y a las instituciones educativas a educar de acuerdo a sus idearios propios.

(Conferencia Episcopal Argentina, 26/10/2018)

5 Coincidimos con referir a la “Cuestión del género” ya que el término nos permite entender que: (…) el género no es una propiedad de los sujetos ni es un constructo fijo y terminado, condenado a una perpetua repetición (…) Nos impulsa a detectar y explicar cómo los sujetos se en-generan en y a través de una red compleja de discursos, prácticas e institucionalidades, históricamente situadas, que le otorgan sentido y valor a la definición de sí mismos y de su realidad. Ello implica abrir el interrogante acerca de qué, cómo y por qué invisten y negocian, en y a través de estos dispositivos, posiciones y sentidos singulares”. (Bonder, 1998, p.6).

6 Entendemos la disidencia sexual como aquellas sexualidades que no aceptan las condiciones físicas, cromosómicas y de género de la heterosexualidad como las únicas legítimas. Es decir, sujetos que discuten la norma aun cuando sean heterosexuales ya que reconocen otras formas de la identidad hegemónica o del coito vaginal para la procreación. A diferencia de las llamadas diversidades sexuales que son aquellxs sujetos que no se identifican con las identidades configuradas como femenina o masculina. (Maffía, s/d)

7 Referimos a “géneros” para desbordar el binomio femenino-masculino e incorporar las identidades Trans que implican la materialización de diversas formas de ser y sentirse “mujeres” o “varones”.

8 Entendemos el patriarcado como una forma de organización política y al sexismo como el conjunto de métodos que se emplean para mantener ese orden. En nuestra sociedad significan la legitimación del poder en y desde “el hombre” sobre la subordinación de la mujer y todo lo asociado a lo femenino.

9 Se puede ver el informe completo en este sitio: https://www.sinca.gob.ar/VerDocumento.aspx?IdCategoria=1

10 Recomiendo la lectura del artículo de Emiliano Fuentes Firmani quien a fines del año pasado (2018) realiza una especie de recuento de cuáles fueron los sucesos más relevantes de la gestión cultural en 2018 y marca como uno de los puntos centrales las consecuencias en el campo cultural de la interpelación de la marea feminista a razón de la Campaña por la Ley de interrupción voluntaria del embarazo (IVE): formación de diversas colectivas en y desde el campo de la cultura, diversas acciones llevadas a cabo, etc. El texto se puede leer en http://rgcediciones.com.ar/cuales-fueron-los-sucesos-mas-relevantes-de-la-gestion-cultural-en-2018/

11 Para profundizar en estas leyes se sugieren los siguientes links: Ley 26.743. Ley de Identidad de Género, Disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/195000-199999/197860/norma.htm. Ley 26.618 y Decreto 1054/10. Ley de Matrimonio Igualitario. Código Civil. Matrimonio Civil. Su modificación. Disponible en: https://soydondenopienso.wordpress.com/2010/07/22/ley-26-618-y-decreto-105410-ley-de-matrimonio-igualitario/ Ley 26.842. Ley de Prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas, Disponible en:

http://www.acnur.org/t3/fileadmin/Documentos/BDL/2014/9763.pdf. Ley 26.485. Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ámbitos en que Desarrollen sus Relaciones Interpersonales. Disponible en: http://feim.org.ar/2017/05/09/ley-26-485-proteccion-integral-para-prevenir-sancionar-y-erradicar-la-violencia-contra-las-mujeres-en-los-ambitos-en-que-desarrollen-sus-relaciones-interpersonales/

12 La idea de “revolución de las hijas” nació en la redacción del suplemento “Las 12” (diario argentino Página 12), referenciando a lo que la periodista feminista Luciana Peker llamó la “primavera juvenil” que se está viviendo en Argentina haciendo mención al contexto de la media sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del embarazo de 2018.

13 Con el plural operativizamos la existencia de distintas corrientes teóricas-metodológicas que se encuentran en debate/tensión/acuerdos dentro de la llamada “teoría feminista”

14 Diversos autores destacan la nueva articulación entre la esfera cultural y la económica implicada en estas perspectivas. Yúdice se refiere a la “culturización de la economía”, en tanto la cultura se transformó en la lógica del capitalismo contemporáneo (Yúdice, 2002: 35). En la misma dirección, Comaroff y Comaroff señalan “Así como la cultura se transforma en mercancía, la mercancía se vuelve cada vez más cultural, es aprehendida como la fuente genérica de la socialidad” (Comaroff y Comaroff, 2011: 51). La identidad es concebida como capital que inviste al sujeto emprendedor. Comaroff y Comaroff relacionan esta categoría con la construcción de nuevas formas de subjetivación en el marco del neoliberalismo, centradas en un sujeto visto y experimentado como “empresario de sí mismo”. De este modo, el emprendedor es comprendido como una forma particular de construcción de sujeto, un sujeto no identificable sino por realizar (Bröckling, 2015).

15 Pensamos en las características de “lo femenino” y “lo masculino” que naturalizan desigualdades sociales amparadas en las diferencias anatómicas de las personas y que se (re)producen/tensionan en las diferentes performances corporales de los grupos de mujeres, varones, trans, diversidades, disidencias, campañas contra la violencia sexual, homofóbica, etc., muestras teatrales, fotográficas, televisivas, interacciones y denuncias a través de las redes sociales, etc.

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