Manifiesto del Laboratorio Nómada

El Laboratorio Nómada, está compuesto por más de 60 personas dedicadas al activismo, la investigación, la defensa de derechos y la gestión de políticas culturales en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Guatemala, México, Paraguay, Perú y Uruguay. Reunidos mensualmente desde abril de 2025 mediante encuentros híbridos en las ciudades de México, Santiago, Montevideo, Río de Janeiro, Salvador, Buenos Aires y Bogotá, consideramos y consensuamos que:

Estamos viviendo una policrisis civilizatoria que es ambiental, política, económica, y de nuestras subjetividades, cuyos efectos se traducen en desigualdades, fracturas e injusticias profusas. Una crisis que desborda nuestras capacidades individuales y colectivas de sostener la vida y el sentido común compartido. La promesa del desarrollo de mediados del siglo pasado resultó falaz y derivó hacia una gestión del colapso.

Colapso que se expresa en los genocidios cotidianos que enfrentan nuestras niñeces y juventudes, especialmente si son mujeres, negras, indígenas, o disidencias; en los desplazamientos forzados que enfrentan diariamente miles de familias producto de las guerras por el control del territorio o el acceso a recursos. Esto que enfrentamos, es claramente la expresión actual y vigente de una crisis mucho más amplia, histórica y sistemática, que atraviesa al mundo, a los sures, y que ha ido configurando las brechas y la subalternación forzada en nuestras sociedades.

El genocidio y la expulsión del pueblo palestino en Gaza y Cisjordania lleva años sin que los Estados, las organizaciones multilaterales y el derecho internacional comprometan sus plenas capacidades para ponerle fin. Por el contrario se alienta a las empresas que venden armas y no se controla a los grandes medios de propaganda favorable al Estado agresor. Las organizaciones y los civiles que protestan y denuncian este crimen deliberado contra la humanidad son víctimas de la censura, la persecución judicial, la represión y la violencia.

El sector cultural debe asumir un posicionamiento político claro frente a las guerras simbólicas, epistemológicas y culturales que amenazan nuestros vínculos con otros seres, la diversidad, la diferencia y, en algunos lugares, la existencia misma de los derechos culturales.

En medio de la crisis democrática, las debilidades e incapacidad de los espacios institucionales de cooperación multilateral para volver efectivas sus propias discusiones, incluida la Mondiacult y el resto de instancias de reunión convocadas por la Unesco o por el Espacio Iberoamericano, ponen de relieve la importancia de las agendas y de los espacios que nacen desde la ciudadanía, y los gobiernos nacionales y locales. Como el Ágora Cívica; Cultura y Ciudadanía; Culturopolis; Sures; los Congresos Latinoamericanos de Cultura Viva Comunitaria o el propio Laboratorio Nómada, para impulsar mandatos y agendas a futuro.

Entendemos que es necesaria la cooperación cultural —y esta es quizás la disyuntiva más profunda— en tanto es la herramienta para construir democracias que amplíen derechos, pluralicen sentidos, fortalezcan vínculos. O puede ser la coartada perfecta para nuevas formas de dominación simbólica, quizás más suaves pero igual de colonizadoras, que mantengan una jerarquía vertical rodeada de presunta participación.

Este laboratorio no solo ha sido y será un espacio de diagnóstico. Es una trama de lucha, creación y celebración para disputar futuros desde el corazón y la imaginación de nuestros pueblos. Las organizaciones y agentes que trabajamos la agenda de las políticas culturales debemos ser escuchadas

El Laboratorio Nómada se inscribe en lo que hemos denominado “Escuela Latinoamericana de Políticas Culturales” un proceso amplio, decolonial, crítico, situado, insurgente e intersectorial, que piensa las políticas culturales en clave de ciudadanía y democracia cultural orientadas al Buen Vivir y a otras nociones de raigambre indíge- na, ancestral y comunitaria vigentes en la región.

Por eso, acompañando los debates de la Conferencia Mundial de Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible organizada por la Unesco, manifestamos:

1- Los grupos humanos no habitan mundos idílicos ni armónicos. Las culturas son tensionadas por los poderes, sin embargo, estos campos de disputa son silenciados por los encantos del capitalismo y por posiciones institucionalistas que muchas veces piensan las culturas por fuera de la sociedad y de la política, como algo de élites, por lo tanto fuera del contexto de la vida.

2- Los bienes comunes son entendidos no solamente como recursos naturales —agua, tierra, aire— sino como formas de gestión colectiva que sostienen la vida. Las prácticas comunitarias de cuidados, memorias, rituales, artes y tejidos, son infraestructuras vivas, fuertemente sostenidas desde la autogestión y la experiencia afectiva y biocultural del territorio.

3- El extractivismo es un fenómeno que no solo destruye territorios, sino que erosiona lenguas, patrimonios e imaginarios. El extractivismo epistémico y el despojo de saberes indígenas y afrodescendientes por parte de museos, universidades e industrias culturales configura una “monocultura del saber” que fragmenta e invisibiliza epistemologías vivas.

4- Hacemos propia la noción de crianza mutua, clave para comprender la interdependencia entre seres humanos, territorios, animales y plantas, frente a un modelo de capitalismo colonial, antropocéntrico, y tecnofeudalista de captura y despojo.

5- La propuesta de políticas culturales y desarrollo, aunque sea con el adjetivo “sostenible”, se reduce a una mirada económica, y a las lógicas del mercado. Estas dinámicas fomentan la reproducción del colonialismo, el patriarcado y otras formas de dominación. Articular las políticas culturales con las economías solidarias, las finanzas comunitarias, la autogestión y nuevas formas de gobernanza territorial en armonía con la Madre Tierra abre la posibilidad de identificar experiencias ya existentes de (des)desarrollo, y desde allí elaborar estrategias de reencantamiento de la vida que fortalezcan los vínculos con la tierra, la dimensión espiritual y la diversidad cultural como bases de futuros más justos y plurales.

6- Es urgente luchar por la reducción de las jornadas laborales y dar más tiempo para el Buen Vivir, así como la justa remuneración del trabajo artístico, creativo y cultural. El capitalismo neoliberal busca el «borramiento» de cuerpos y memorias, y con la multiplicación de las tareas, produce una cronofagia robándose el tiempo para el ocio, la creatividad y el disfrute. Asimismo, las tecnologías de la información generan nuevas desigualdades a escala planetaria, teniendo como premisa central la acumulación de datos y del tiempo de sus usuarios. No es posible hablar de diversidad sin mencionar la desigualdad sobre el tiempo libre.

7- Proponemos la construcción de un nuevo universal o común que nos ayude a encontrarnos asumiendo la tramitación de nuestras diferencias y desigualdades en beneficio de la ampliación de la democracia. Se trata también de desmontar las inflaciones identitarias que exacerban lo que nos opone desestimando aquello que compartimos y nos une en tanto seres humanos

8- Es necesario activar el campo artístico para que se politice en un sentido profundo, creando acciones, propuestas y performances que generen sentires y pensamientos, y que actúen como una resistencia al «sentido común» impuesto por el neoliberalismo. El corazón de ese nuevo universal estaría ubicado en una orientación civilizatoria profundamente decolonial que tenga su centro en el Buen Vivir como parentesco entre todas las formas de vida y, desde esta orientación, devolver dignidad a la Madre Tierra.

9- Los derechos culturales están intrínsecamente ligados a la democracia y a la capacidad de elegir, vivir en libertad y construir una sociedad más igualitaria, justa y diversa. La ofensiva de las extremas derechas y del capital sobre los derechos humanos, ambientales, civiles y políticos, económicos, sociales y culturales exige una reflexión sobre el «derecho a tener derechos».

10- No hay democracia cultural sin derechos humanos garantizados. Sin tiempo, sin renta, sin vivienda, sin cuidados, sin derecho al agua, a la tierra, la participación cultural se convierte en privilegio y deja de ser un derecho. La justicia cultural no puede existir sin justicia social. Crear, imaginar y habitar lo común exige condiciones materiales que lo posibiliten.

11- La necesidad de recursos para la justiciabilidad de los derechos culturales es fundamental. En el ámbito público precisamos con urgencia asegurar su reconocimiento, andamiaje legal, prioridad política y presupuestación para hacerlos efectivos mediante políticas culturales; articulando así, sistemas de reconocimiento, respeto, protección, garantía y promoción que reafirmen y aseguren los derecho culturales de nuestros pueblos y comunidades.

12- Dada la poca visibilidad y comprensión de los derechos culturales, a menudo confundidos con derechos de “la cultura”, es indispensable el fomento de una «pedagogía de los derechos culturales» o «pedagogía de la exigibilidad» para que las autoridades y las comunidades se apropien de estos derechos.

13- La enorme concentración de infraestructura digital en países hegemónicos pone en riesgo la soberanía y la autonomía democrática de la región, además de comprometer severamente los recursos naturales de los países.

14- El capitalismo de plataformascontrola lo que circula y lo que se invisibiliza en la red. Al hacerlo, produce una forma de “censura algorítmica” que refuerza lógicas de poder, control y dominación. Frente a ello, es imprescindible establecer soberanía sobre las infraestructuras digitales, con marcos regulatorios que promuevan la interoperabilidad y el “diseño anticaptura”, a fin de impedir que las grandes plataformas monopolicen el espacio digital. Pero no basta con confrontar al capitalismo de plataformas: también es necesario cuestionar y disputar el poder de ciertos actores nacionales que, aunque no tengan la magnitud de los gigantes globales, ejercen control y ponen obstáculos al desarrollo cultural propio y soberano.

15- Es urgente entender los hábitos culturales de las generaciones más jóvenes, quienes viven en un mundo «plataforma céntrico» y proponer estrategias de alfabetización mediática y la necesidad de desarrollar contenidos que combatan la desconfianza y la desinformación. Es necesario abrir espacios comunes de expresión, escucha y conversación de aspiraciones y deseos de la juventud, junto con espacios de encuentros intergeneracionales

16 –El diseño algorítmico y en especial la Inteligencia Artificial tiene dueños, comandos, caminos e ideología. No es sólo técnica, es política. Se plantea la necesidad de fortalecer la autonomía popular y comunitaria, y el pensamiento crítico, para enfrentar estas transformaciones a partir del desarrollo de algoritmos y del diseño de sistemas alternativos, orientados por criterios distintos del beneficio económico y la inducción del usuario.

17- Política y democracia son imprescindibles para detener la barbarie, y vitales para conectar políticas, culturas, e imaginar futuros. Por eso es necesario socializar la política para democratizar las culturas, una política amplia, viva y comunitaria, que además ayude a democratizar las relaciones sociales cotidianas —género, etnia, clase, diversidad cultural y vínculo con la naturaleza— como parte de una agenda cultural emancipadora.

18- Es necesario considerar la esperanza y los ciudadanos como práctica política, horizonte de deseo, resistencia y recomposición social. Las tareas de cuidados deben ser responsabilidad comunitaria, abriendo la posibilidad de repensar las bases obsoletas de la convivencia democrática.

19- La gestión o gestación de lo cultural tiene una función profunda que va más allá de las métricas: debe trabajar sobre los deseos y la capacidad humana de imaginar futuros y presentar alguna salida para las “industrias dopamínicas” o “de la distracción” y los medios de desinformación e incomunicación. Tenemos una disputa con el neoliberalismo progresista de la gestión cultural y la centralidad acrítica de la economía creativa, representado por una burocracia que se acomodó a la tecnocracia y evita los temas políticamente incómodos que son funciona- les al crecimiento de los neofascismos. Proponemos una gestión cultural crítica, regenerativa e insurgente, centrada en una ética del cuidado para el bien común.

El Laboratorio es una apuesta a la asociatividad y la colaboración, es un ejercicio de cooperación horizontal, dinámico y diverso, y sus acciones y propuestas son de código abierto, privilegiando el trabajo colectivo y en red, por eso llamamos a todas las personas que quieran sumarse a este manifiesto que lo firmen, lo tomen, lo intervengan, lo difundan, lo debatan y lo contesten.

#CulturaEsDemocracia #DemocraciaEsCultura

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