Romper con viejas prácticas para la construcción colectiva
Este congreso es un hito en la trayectoria de la gestión cultural de nuestro país, por varios motivos que describo a continuación.
En los años que llevo en la gestión cultural he presenciado muchos intentos de conformar asociaciones, redes, organizar encuentros, congresos, etc., todo comenzaba con mucho entusiasmo pero al poco tiempo las buenas intenciones se evaporaban, siempre faltó compromiso y sobraron las “otras prioridades”, el “estoy con mucho trabajo”’.
La Red Argentina de Gestión Cultural se propuso entre sus objetivos organizar un congreso y lo consiguió. Esta vez fue posible porque hubo mucha voluntad y personas responsables, que debieron sortear obstáculos, como en toda organización y lo lograron. Esta red tiene la virtud de ser activa y real, más allá de moverse en la virtualidad, es un verdadero espacio de construcción y discusión colectiva que intenta contribuir a ordenar la gestión cultural, no sólo en el ámbito de la formación académica sino además en la concepción que incluye la dimensión cultural como unos de los pilares el desarrollo humano.
La red se desenvuelve en el ámbito de las instituciones educativas, de diferentes niveles de formación en gestión cultural de todo el país, utiliza un modelo de organización participativo y representativo, que refuerza líneas de trabajo y vincula. Es verdaderamente federal, y en ese sentido deseaba que el congreso se realizará en otra provincia que no fuese Buenos Aires, al no poder concretarse la UNDAV ofreció su casa y se puso el congreso al hombro. Felicitaciones y muchas gracias a todo el equipo de la Universidad por todo el trabajo.
El congreso se realizó con un modelo que rompe con viejas prácticas que superan lo expositivo por el intercambio y la construcción colectiva a partir de las propuestas de las y los participantes, en la búsqueda de consolidar y plantear el futuro de la gestión cultural.
Se instala así un modelo de congreso sumamente enriquecedor que pone en evidencia las miradas, tensiones, resistencias y conciliaciones que hay sobre la gestión cultural en los territorios, a la vez que visibiliza diversas maneras de comprender y establecer vínculos entre cultura(s), participación y gestión cultural. Esta modalidad da lugar a otras voces, a variadas “tonaditas”, colores y ritmos, a las miradas, a los abrazos, a nuevos amigos, a colaborar en otros proyectos, a volver a casa con la valija llena de “sentido”.
En lo que respecta a mi participación en la Coordinación del Grupo de Discusión sobre Patrimonio Cultural, quiero destacar mi sorpresa y satisfacción ante las propuestas de las personas participantes, las cuales en su mayoría son acciones que surgen en la comunidad bajo formatos de autogestión, en defensa de bienes patrimoniales tangibles o intangibles que buscan preservar, visibilizar; que refuerzan el sentido de pertenencia al territorio y los empoderan para sostener la identidades, les eleva la autoestima y les contribuye a cultivar valores y transmitirlos. Reconocen que esas manifestaciones materiales son la expresión viva de un patrimonio inmaterial que han heredado de sus antepasados y que quieren transmitir a sus descendientes. A la vez que, en algunos casos son visibilizadas más allá del acontecimiento, como generadoras de ingresos y empleos. Nos han mostrado cómo poco a poco estas organizaciones, informales en sus comienzos, empiezan a tomar fuerza llegando a constituirse en formales, siendo en muchas ocasiones mediadoras entre el Estado y la sociedad civil en la formulación de políticas públicas culturales y el fortalecimiento de procesos organizativos y de participación desde la gestión de proyectos y de trabajo en red. Configurando así un nuevo modelo de prácticas organizativas en lo local.
El ámbito del congreso hizo que estas personas, hacedoras culturales comprometidas con un proyecto de vida, reconozcan la necesidad de gestores culturales que acompañen estos procesos, porque son justamente quienes, ante estas iniciativas, terminan colocándose como articuladores, intermediadores, facilitadores.
Esto me lleva a una reflexión personal sobre si las y los gestores culturales estamos adecuadamente involucrados con las necesidades y problemáticas de los ámbitos de acción, sobre qué metodologías y herramientas estamos usando para analizar e intervenir en estos procesos.
A mi modo de ver, aquí surge uno de los retos para asumir desde el ejercicio de la gestión cultural, como el de fortalecer más los espacios de acción comunitarios, a partir de diagnósticos y evaluaciones que sostengan y justifiquen si la gestión cultural potencia los derechos culturales, el respeto por la diversidad, la participación democrática; profundizar lazos comunes entre los distintos enfoques y prácticas culturales, atendiendo a complejizar la noción homogeneizadora de las diversas habilidades culturales presentes que dan especificidades particulares a lo largo y ancho del país.
En este punto estamos directamente involucradas las y los docentes y responsables en la formación académica, que debemos revisar los contenidos generales, específicos y prácticas en diseños curriculares de las carreras; para que estos sean adecuados a las necesidades y los territorios. Territorios complejos, en los que confluyen situaciones y condiciones de carácter global, regional y local, y sitúan a la gestión cultural en escenarios que demandan profesionales capaces de asumir proyectos de desarrollo cultural, innovadores, multidimensionales y sustentables. Profesionales capaces de analizar la realidad con proyección a futuro, promoviendo el acceso y participación en procesos de desarrollo cultural y actuando conforme a una planificación estratégica, sostenible con políticas, programas y proyectos de gestión cultural territorial. Siempre propendiendo a la construcción de espacios intersectoriales e interdisciplinarios conjugando sensibilidad social y disposición para la mediación entre instituciones y actores de la sociedad civil, con clara orientación al desarrollo local, la participación comunitaria y la mejora de la calidad de vida.
Finalmente y no menos importante, este congreso, con la organización y un buffet que; (párrafo aparte) sorprendió por la riqueza de su propuesta gastronómica y la gentileza de las personas que lo atienden; hizo que nos encontremos en un clima de familia, de esas en las que los lazos y el cariño perduran en el tiempo. Sí, fue un verdadero ENCUENTRO, porque surgieron anhelos, deseos comunes: “que se repita”, “que nos volvamos a ver pronto”, “que la red siga creciendo, se afiance y se fortalezca cada día más”. Otros retos para la Red que escuché por ahí: “sostener lo conseguido”, “no perder de vista el objetivo”, “invitar a participar”, “comprometerse desde cada uno a sostener y cuidar este espacio”, “concretar la tan mentada asociación de gestores”, “discutir sobre el día del gestor cultural”, “sistematizar experiencias que aporten a la investigación”, “comunicar más“, “difundir con fuerza”.
El éxito o el fracaso de esta misión están en nuestras manos. La gestión cultural, como práctica, como disciplina y como profesión, necesita despegar de una vez por todas, con sus competencias y capacidades hacia donde la necesitan y hacia dónde queremos estar.
La experiencia de este congreso ha sido por demás positiva, alentadora y prospectiva en el sentido que nos moviliza hacia una visión compartida de la gestión cultural en el futuro inmediato y en el lejano.
Gracias a quienes hicieron posible, lo que por mucho tiempo fue un imposible.
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