Políticas Culturales y Universidad: festivales para la democracia cultural
“Este año, la Licenciatura en Gestión del Arte y la Cultura cumple 20 años, a la vez que el Ministerio de Cultura de la Nación deja de serlo para pasar al rango de Secretaría. Este año en el que los recortes a la educación son tan graves que devienen en cuestión de vida o muerte para muchxs educadores y estudiantes; en este año en el que la proclama por el derecho de los cuerpos gestantes a decidir sobre nuestras vidas, fue ignorada en nuestras caras por las personas que supuestamente nos representan; en este año en el que la ignorancia y el patriarcado nos siguen matando; en este año en el que la derecha avanza feroz en toda la región, destruyendo años de construcción de y para los pueblos; en este año de hambre y represión, en este año gobernado por los antitodo, el Festival Enlaces cumple 15 años.”
Así versaba el discurso de apertura de la 15° edición del festival de lxs estudiantxs de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, el pasado noviembre.
Enlaces es un festival universitario de cultura y arte que se propone como espacio de aprendizaje y práctica pre profesional entre pares, al mismo tiempo que abre las puertas de la universidad a la comunidad, a través de propuestas artísticas y culturales de calidad, con entrada libre y gratuita, para niñxs, jóvenes y adultxs. La propuesta es una plataforma de circulación y difusión de producciones culturales y artistas emergentes locales, que son habitualmente excluídxs de los circuitos oficiales y comerciales hegemónicos.
La primer edición del Festival Enlaces se realizó en 2004, en el seno de una carrera que comenzaba, en una universidad nacional pública del conurbano, también relativamente nueva, y en el marco de un gobierno cuyo proyecto político se basaba en la igualdad de derechos y la justicia social, donde las políticas culturales constituían una herramienta fundamental.
En ese momento, y hasta hace unos años, las discusiones que atravesaban la carrera de Gestión del Arte y la Cultura eran, principalmente, sobre la concepción de cultura que deberíamos manejar quienes nos estamos formando como gestorxs y, en función de ésta, cuál sería nuestro rol como tales. Preguntas sobre ¿qué hacemos? ¿por qué? ¿para qué? ¿de qué manera? son fundamentales y constantes en la actividad de lxs gestorxs culturales, pero el contexto actual, hace mutar el norte de esos debates. Hoy, la discusión sobre qué cultura debemos llevar a qué lugares está saldada. No es cuestión de llevar nada a ningún lado, sino de construir cultura con otrxs; entender que la cultura no es pertenencia de una élite, sino que se construye socialmente en los museos y las salas de conciertos, pero también en la forma en la que nos vinculamos, en los prejuicios in-corporados, en la economía, en la publicidad, en lxs pibxs que cantan, hacen malabares o reparten estampitas en el tren por una moneda, en los estereotipos legitimados, en la forma en que votamos. Todo el tiempo en todos lados. Hoy la cuestión es el rol del Estado en esa construcción.
Si hay algo que genera Enlaces, es justamente eso: enlaces. Redes, espacios de encuentro, de reflexión compartida, de construcción colectiva de conocimientos, de entrevero de ideas, de intercambio. Espacios sensibles donde preguntarnos por el sentido de lo que hacemos, donde trastocar los suelos sobre los que nos paramos, para poder seguir construyendo.
Gracias a estas redes, en 2018 el Festival Enlaces participó de la ronda de vínculos organizada en el Festival Aúra, de La Plata. Las rondas son una dinámica que reúnen a artistas, con productorxs y programadorxs de distintos festivales culturales del país, en una serie de entrevistas de 10 minutos, cómo un puntapié para iniciar relaciones de colaboración y producción conjunta. Tras la ronda, choripán y cerveza artesanal mediante, porque así también nos encontramos y producimos cultura, se generó un espacio de intercambios de experiencias entre quienes participaron del festival, gente de la Compañía Nacional de Fósforos (Buenos Aires), de ULMUS Gestión Cultural (Tucumán), el Taller de Teatro de la Universidad Nacional de La Plata (Buenos Aires), el Teatro del Bardo (Entre Ríos), el Festival Bahía Teatro (Bahía Blanca) y La Cantata Teatro (La Plata, Buenos Aires), entre otros. Y si bien los contextos de producción son diferentes, hubo dos puntos donde todos los proyectos parecieron identificarse: la escasez de recursos (nada nuevo bajo el sol), y la necesidad de generar alianzas con instituciones públicas para poder llevar adelante los proyectos. Lo que los ubica en una situación de liminalidad entre lo público y lo privado, entre la universidad y la comunidad, entre el Estado y lxs activistas culturales de base.
La pregunta es entonces: ¿hasta dónde llega el rol del Estado? ¿cuál es nuestra función como gestorxs en el contexto político cultural actual? ¿debe el Estado producir contenidos culturales o debe dar lugar a la producción comunitaria garantizando los marcos necesarios para el intercambio y la gestación de proyectos autónomos? Lo que aparecía en común en quienes nos zambullimos en ese encuentro -ideológica, intelectual, corporal y emocionalmente- es que si bien las instituciones estatales, en particular las universidades, apoyan, generan espacios, e incluso, brindan recursos para la concreción de los proyectos; no surgen en primera instancia de las instituciones, no dependen de ellas, sino de activistas y colectivos comunitarios, estudiantiles, artísticos y políticos, que buscan incluir la actividad cultural en las intersecciones institucionales públicas, haciéndose lugar y de recursos para materializar las políticas culturales que proyectan para los territorios que habitan.
En este sentido, se deberían generar políticas culturales y educativas que favorezcan la construcción colectiva de conocimientos compartidos, la producción cultural, su difusión, circulación y goce, a fin de construir ciudadanías más empáticas, más conscientes, más igualitarias y menos violentas. Así ocurrió en los últimos 15 años con Enlaces, pero actualmente, gracias a los recortes y la censura que sufren tanto la educación como la cultura a nivel gubernamental estos espacios peligran notoriamente. Para la efectivización de este tipo de políticas y el ejercicio de estos derechos, es fundamental el rol de lxs gestorxs culturales y la construcción comunitaria de esas prácticas.
Hace unas semanas, “Chiqui” González, Ministra de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fé, contaba orgullosa, en la II Jornada de Gestión Cultural de la Universidad Nacional de Entre Ríos, que durante su mandato como Secretaria de Cultura de Rosario, llegó a contar con un 6,4% del presupuesto municipal para cultura. Y explicaba que logró esa conquista a través de la acción y el entusiasmo que la impulsa, “¿Quién le va a decir que no a alguien entusiasmado?” agitaba la Chiqui. Los recursos están disponibles, sólo hay que ir a buscarlos y ponerlos en marcha.
En este sentido, aparece en su discurso el rol de lxs gestorxs culturales como aquellxs que, establecidas las políticas y disponibles los recursos para el ejercicio de derechos culturales, se apropian de los mismos, generando redes que favorecen la construcción comunitaria, materializando dichas políticas en la realidad de la práctica cotidiana.
Es necesario que el Estado garantice a través de sus políticas los derechos culturales, de manera plural, igualitaria y democrática, tanto como es necesario que las universidades públicas, cuenten con la apertura que requiere el ejercicio de esos derechos por parte de la comunidad. En esto radica parte del rol de lxs gestorxs culturales, como eslabones fundamentales entre el Estado y la sociedad: generando redes, transitando intersecciones, potenciando prácticas culturales comunitarios, favoreciendo el ejercicio de derechos, materializando proyectos y gestando espacios de intercambio para la construcción colectiva de conocimientos compartidos. En otras palabras, las universidades y lxs gestorxs como efectorxs de políticas y derechos culturales y educativos reales, concretos y efectivos.
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