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Colectivizar el hacer: un supermercado como centro cultural

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Un antiguo supermercado en la ciudad de Rosario, Argentina, se ha convertido en un centro de convergencia y reconfiguración de las formas de abordaje de la cultura contemporánea. Su modelo de gestión compartida se sustenta en el cooperativismo, la organización sindical y la defensa de los derechos humanos como base de las expresiones culturales, artísticas y educativas. Este proyecto, conducido democráticamente por sus trabajadores, representa una alternativa al modelo predominante de búsqueda de lucro individual y competencia, promoviendo en su lugar una práctica solidaria y de apertura a las distintas manifestaciones del campo popular.

El surgimiento de este proyecto se remonta al año 2001 —un período en el que nuestro país atravesaba una profunda crisis social, política y económica—, donde un grupo de trabajadores se enfrentó a la quiebra fraudulenta del ex supermercado Tigre en la localidad santafesina. En lugar de aceptar pasivamente la pérdida de sus empleos y la incertidumbre sobre su futuro, optaron por la ocupación pacífica del establecimiento para convertirlo en algo más que un simple lugar de trabajo. De este modo emerge el Centro Cultural La Toma, como un símbolo de resistencia en manos obreras que se sigue sosteniendo a lo largo de más de dos décadas. En su interior convergen y dialogan distintas expresiones políticas y culturales, con tensiones y conflictos, que intentan contribuir a la construcción de una sociedad más empática y participativa. 

Este breve ensayo se propone explorar algunos aspectos de la experiencia desarrollada en este emblemático espacio y las actividades que alberga, centrándose particularmente en el trabajo realizado con la Universidad Nacional de Rosario en torno a los saberes y prácticas artísticas y culturales.

¿De qué hablamos cuando hablamos de cultura? 

El significado de la vida social está en disputa. Habitamos una sociedad en la que “el capitalismo lo ha tomado todo y sobredetermina todas las formaciones alternativas e incluso los estratos no económicos de la vida social” (Žižek, 2004, p. 15). Los poderes hegemónicos ejercen cada vez más influencia sobre diversos aspectos de la vida cotidiana y, ante la desigualdad y la violencia de nuestra sociedad contemporánea —problemáticas que coexisten con la ausencia de políticas culturales sólidas—, es crucial abordar colectivamente acciones que reinventen nuestras interacciones humanas y los entornos compartidos. De hecho, “si pensamos en la cultura como un problema cotidiano, nos damos cuenta de que se trata en gran medida de un conjunto de hábitos discriminatorios y prácticas excluyentes” (Vich, 2021, p. 24).

La irrupción de las redes sociales en nuestras vidas —sobre todo desde la nueva normalidad virtual pospandemia COVID-19— parece no aportar demasiado en este sentido. Los entornos digitales han remodelado la naturaleza de nuestras interacciones sociales y la forma en que experimentamos el mundo que habitamos. El algoritmo que proponen las redes sociales parece traducirse en prácticas comunitarias cada vez más cerradas, donde la homogeneidad de pensamiento y el consumo de contenido se convierten en una norma que demanda la reafirmación constante de nuestras propias perspectivas. Es por ello que necesitamos construir dinámicas sociales, culturales y políticas donde la autovalidación no esté en el centro de la escena de la experiencia social a la hora de construir entornos de convivencia más abiertos y pluralistas.

El espacio de participación ciudadana que propone La Toma aspira a recuperar el significado más profundo de las interacciones sociales, a partir de un enfoque que no solo busca romper las lógicas algorítmicas del tiempo que nos atraviesa, sino que genera agenciamientos, alianzas y aleaciones que permitan confrontar y abrazar la complejidad de la condición humana en todas sus formas y matices. Esta experiencia se propone reconectar con la esencia misma de las relaciones humanas: las coincidencias, diferencias, acuerdos y desacuerdos como potencias posibilitadoras que habiliten nuevas perspectivas y experiencias que enriquezcan nuestra comprensión del mundo.

¿Quiénes gestionan la cultura? 

Para pensar un concepto de cultura deberíamos transitar caminos que articulen un conjunto de complejidades que, para los fines de un ensayo, resultarían inabordables. Sin embargo, podríamos esbozar la idea de que pensar la cultura implicaría situarse en un terreno que imposibilite una única forma de definirla, que es, a su vez, la única forma de identificación posible. 

Precisamente, el propósito de este artículo es profundizar en una experiencia de gestión cultural —llevada adelante por manos obreras— que reúne todas las tensiones de un modelo político en torno a la cultura y que se ha convertido en una forma de resistencia enfocada en reconstruir todo aquello que el capitalismo salvaje destruye. Durante más de dos décadas, el Centro Cultural La Toma se ha convertido en un espacio pujante de estas prácticas, acogiendo diversas iniciativas que han tenido un impacto significativo en la comunidad, tanto a nivel local como nacional. Además de facilitar un espacio vital para las distintas expresiones culturales, ha promovido la solidaridad, la inclusión y la participación ciudadana como base conceptual para la construcción de otra sociedad posible. 

La diversidad de instituciones, organizaciones y movimientos populares que llevan a cabo sus actividades en La Toma ha fortalecido el plan de lucha y resistencia por la permanencia en el recinto, que continúa siendo hostigado por fondos especuladores, a pesar de los dos fallos judiciales favorables para su expropiación. Algunas de ellas son Pañuelos en Rebeldía, un equipo de educación popular que viene desarrollando su práctica política pedagógica con diferentes movimientos populares de Argentina y América; Grupo de Teatro de los Oprimidxs; Asociación de Actores; Las Safinas, un espacio de encuentro, socialización y reflexión con el fin de promover los derechos sexuales y reproductivos, prevenir la violencia y evitar la discriminación por la expresión, identidad de género u orientación sexual; Vecinales, que lleva adelante reuniones y asambleas para resolver problemas de los barrios; Radio Frida, emisora feminista, plural y diversa; Taller Costa, cooperativa autogestionada de serigrafía y artes gráficas; La Garganta Poderosa; Fundación Encuentro de Organizaciones y Saberes, una asociación civil que promueve, desarrolla y difunde acciones a favor del cumplimiento de los Derechos Humanos y del Niño; El Puente, grupo de psicólogas que trabaja intensamente en encuentros y actividades relacionadas a la salud mental y al proceso de desmanicomialización; Comunidad Urbana Mapuche de Rosario, que realiza reuniones del Consejo de los Pueblos Originarios y cuenta con emprendimientos laborales; Narcóticos Anónimos; y Pariendo Justicia, ONG que apoya a familiares de víctimas de homicidio.

También se encuentran en el establecimiento los espacios políticos Acción Popular, Centro Peronismo Revolucionario, Cooperativa Dale que Va, La Revoltosa, Opinión Socialista, Partido Obrero Tendencia y distintas agrupaciones estudiantiles de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Operan allí, además, la Dirección de la Niñez de la Provincia de Santa Fe y el Movimiento de Acción Solidaria, que prepara raciones de comida para personas en situación de calle. A partir de mayo de 2021, el Centro de Acceso a la Justicia del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación ha instalado su oficina en el centro cultural. Además, en ese mismo año se firmó un convenio con el Ministerio de Educación Provincial para instalar el EEMPA N° 1147, un espacio educativo de nivel secundario Travesti, Trans y Disidente. Asimismo, se dictan talleres de guaraní y de lectura.

En el espacio también funciona un comedor y un bar con precios accesibles; un mercado popular que comercializa productos regionales, frutas y verduras agroecológicas que provienen directamente de sus productores; y un espacio destinado a la producción y venta de productos artesanales de emprendedores nucleados en la Secretaría de Economía Social de la Municipalidad de Rosario. Además, cuenta con su propia librería y proyecto editorial, sala de teatro y una galería de arte, en la cual centraremos el análisis de esta experiencia cultural cooperativa. 

La galería de arte

Galería La Toma es un espacio de investigación y experimentación en torno a la producción artística contemporánea, que articula actividades con la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario con el fin de divulgar, aunque no exclusivamente, las producciones desarrolladas en el ámbito educativo universitario. Está ubicado en el subsuelo del inmueble en el que funciona la Cooperativa de Trabajadores, en la calle Tucumán 1349 de la ciudad de Rosario. La apertura de la galería fue establecida mediante un convenio entre la Cooperativa y la Universidad en el año 2009. A partir de este acercamiento institucional, después de llevar a cabo una serie de reformas y modificaciones destinadas a adecuar el lugar para albergar producciones artísticas, el proyecto se puso en marcha. 

Una vez en funcionamiento, el espacio se propuso como meta principal trazar líneas de acción que fortalecieran el vínculo entre la formación académica y la producción artística. Al abrir el espacio a las cátedras universitarias, la galería se presentaba esencialmente como un centro que facilitaría el encuentro entre estudiantes, docentes y artistas con trayectoria en el campo, con la intención de abordar el arte desde un lugar de accesibilidad, con un proyecto dedicado a la producción emergente. La existencia del espacio y la posibilidad de ocuparlo brindaron a cada cátedra la oportunidad de planificar propuestas que se materializaran en un espacio expositivo real, fuera del aula. Esta apertura permitió a los estudiantes convertir las propuestas presentadas en los distintos talleres en prácticas artísticas concretas, las cuales se transforman en conocimientos y competencias adquiridas a través de la praxis en el campo del arte. De este modo, la práctica artística resulta del proceso de enseñanza-aprendizaje en el ámbito académico, a la vez que transgrede las formas del sistema de enseñanza institucionalizado.

La rápida apropiación del espacio por parte de la institución universitaria convirtió la galería en una extensión natural de los talleres universitarios. Este hecho fortaleció el proyecto en su esencia más básica: articular la práctica artística con los procesos pedagógicos, a partir de la participación activa de docentes y estudiantes. Esto permitió abordar la práctica artística de manera más completa. Cada una de estas experiencias, llevadas desde las cátedras hasta la sala de exposiciones, representa una instancia de formación no formal que enriquece el proceso de enseñanza-aprendizaje dentro del aula tradicional, ya que los estudiantes adquieren saberes esenciales para reflexionar sobre su propia producción artística. 

Este método de vinculación entre la formación no formal y la formación académica enriquece la finalidad educativa de las cátedras, permitiendo no solo el desarrollo de habilidades y la estimulación de la producción artística, sino también la posibilidad de que los docentes enriquezcan su propia práctica dentro del campo del arte, compatibilizándola con la tradición académica y curricular de los estudios de grado.

Prácticas relacionales

Se ha señalado, anteriormente, cómo se relacionan las experiencias mencionadas hasta aquí y los proyectos realizados —también en La Toma— por artistas de reconocida trayectoria en el ámbito artístico. Esta cercanía ha posibilitado que los estudiantes estén en contacto con producciones instaladas en los circuitos de circulación institucionalizados del campo artístico, permitiéndoles ampliar sus propias experiencias en encuentros diseñados específicamente para tal fin. En la inauguración del año de actividades del año 2014, por ejemplo, Adrián Villar Rojas —uno de los artistas argentinos con mayor trayectoria internacional— presentó una serie de reflexiones en torno a la política de la producción de las artes, particularmente la relacionada con su propia obra, y se dispuso a atender las inquietudes de los estudiantes de la carrera.

Con el propósito de potenciar este tipo de encuentros, se articularon distintos modos de aproximación —estudios abiertos, conversatorios o clínicas, por mencionar algunos— que propician espacios de colectivización del quehacer artístico, el cual, según Bourriaud, “no tiene una esencia inmutable” (2013, p. 9). Estas modalidades se pusieron en práctica en la muestra No todo está bien y lindo (2014), de las artistas Sol Pipkin y Mimi Liquidara. La propuesta curatorial de esta exposición no se centraba necesariamente en la problematización de las técnicas artísticas tradicionales, sino que las artistas se involucraron con las dinámicas organizativas propias de la cooperativa de trabajadores, y las intervenciones realizadas en la galería se construyeron a partir de objetos encontrados en el edificio y en el Mercado Popular. Previo a la inauguración de la muestra, se organizó un encuentro con estudiantes durante el montaje de la misma, posibilitando que las artistas compartieran sus procesos creativos y de trabajo.

Dos exposiciones que también emplean esta metodología son Cocina de Pierre Valls y El fin del mundo es cuando yo me muera de Adrián Villar Rojas, Carlos Herrera, Mariana Tellería, Amadeo Azar y Pablo Bofelli, ambas realizadas en 2015. Aquí se adoptaron diferentes modalidades de interacción. El artista francés ofreció una serie de seminarios abiertos y un laboratorio de producción a estudiantes avanzados, centrado en proyectos relacionados con la problemática “arte y política”. Estos encuentros se llevaron a cabo durante la semana previa y posterior a la inauguración de su muestra. En la segunda exposición se brindó una serie de charlas con sus curadores, David Nahon y Pablo Silvestri, las cuales se realizaron en la Escuela de Bellas Artes durante el cursado de distintas cátedras. 

En el mismo sentido, Daniel García, uno de los artistas más prolíficos de nuestro tiempo —distinguido por la Fundación Konex en el año 2002—, también activó una serie de encuentros en el contexto de su muestra Sirenas (2023). En estos, el pintor rosarino recibió a más de quinientos estudiantes universitarios de distintas asignaturas para dialogar sobre su producción. Este tipo de experiencias se han multiplicado a través de los años en las numerosas exposiciones vinculadas con este modelo pedagógico. Para evitar una extensión contraproducente de este ensayo, mencionaré solo algunos de los proyectos artísticos más relevantes: «Carta a mi abogado (2023) de Lila Siegrist; 4 piezas clave (2023) de Cecilia Lenardon; Perturbaciones en un santuario oculto (2022) del Grupo Cucaño; Pintura sobre escultura (2022) de Mariana De Matteis; Permutaciones, combinaciones y variaciones (2017) de Roberto Echen; Mi silencio miseria (2016) de Carlos Herrera; y Um und um die zukunft (2013) de Mauro Guzmán y Nancy Rojas.

Se puede destacar, a modo de cierre, que estos proyectos representan un acervo inmaterial y un método que permite poner en diálogo distintas formas de producir en el campo de las artes. Esto es posible en la esfera de las relaciones humanas, con una considerable cantidad de esfuerzos y de ejercicios —intelectuales y corporales— que no siempre se pueden poner de manifiesto en supuestos resultados, pero forman parte del proceso de producción de ese producto final que es la obra. 

Esta dinámica de relaciones y encuentros que permite reunir trabajadores, gestores, activistas, artistas, estudiantes y docentes en un mismo proyecto propone un espacio esencial para reflexionar sobre las problemáticas en torno a las prácticas de gestión e implementación de políticas culturales como modelos transformadores y sostenidos en el tiempo. 

En definitiva, este espacio de gestión compartida puede pensarse como una forma de resistencia frente a la lógica de la positividad y la productividad que el filósofo Byung-Chul Han señala sobre la sociedad contemporánea; resistencia en forma de una práctica cultural que no tiene por objetivo la maximización de la ganancia económica, sino la creación de valor cultural, social y de experiencias que nos permitan colectivizar el hacer.

Bibliografía

Bourriaud, N. (2013). Estética relacional. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.

Deleuze, G. y Guattari, F. (1980). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Madrid: Pretextos.

Ghioldi, C. (2021). 20 años de La Toma. Rosario: CCLT Ediciones.

Han, B-C. (2012). La Sociedad del Cansancio. Editorial Herder.

Vich, V. (2021). Políticas culturales y ciudadanía. Rosario: HyA Ediciones.

Žižek, S. (2004). La revolución blanda. Buenos Aires: Atuel.


El presente artículo forma parte del especial Trabajadores organizados y gestión cultural. La experiencia Argentina. coordinado por Federico Escribal.

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