Ecuador. Políticas Culturales y Covid-19: el desvelamiento de una crisis
En varios países de la región, la pandemia no es la causa de la crisis social del presente sino la continuidad radicalizada del debilitamiento de lo público, postergación de agendas de derechos -entre ellos, los culturales- carencia de representatividad política y de mecanismos efectivos de gobernanza y participación democrática, que aquejan también a lo que se definió desde hace treinta años en América Latina como “sector cultural”. La crisis se dejó ver en Ecuador en la convulsión ocurrida meses antes de la emergencia sanitaria, y remite directamente a modos de organización colectiva de lo político-cultural en el Paro Nacional de octubre de 2019, cuando artistas y ciudadanos, gestores culturales, activistas de los feminismos y por los derechos de la Naturaleza, entre otros, se juntaron tanto en acciones de protesta antineoliberales como de sostenimiento de la vida de las clases populares y de los pueblos y nacionalidades indígenas, protagonistas del Paro. Por otro lado, en una lógica organizativa sectorizada, en junio y agosto de 2019, dos marchas agrupadas bajo el nombre de #LaCulturaEnEmergencia, se tomaron las calles, especialmente de Quito, para mostrar su descontento frente a la gestión y las falencias de las instituciones culturales del gobierno central y gobiernos locales, la inequidad y centralización en la distribución de recursos públicos para cultura y la precarización del trabajo.
A este estallido del malestar social se suman el agotamiento sectorial generalizado por algunos factores: el incumpliento y la falta de soluciones efectivas de parte del Instituto de Fomento de las Artes, Innovación y Creatividades que no logra a día de hoy cerrar los procesos financieros y administrativos de los proyectos beneficiarios de la convocatoria de fomento 2018-2019; la incapacidad de concreción de la Ley Orgánica de Cultura de 2016 en instituciones y políticas culturales específicas; la doble definición política de la agenda pública de cultura entre el Ministerio de Cultura y Patrimonio y la Dirección de Gestión Cultural de la Presidencia de la República con su programa “Arte para Todos”; los recortes presupuestarios de 2020 y la mentada ausencia de la cultura en una agenda política de Estado. Así mismo, a fines del año pasado, un colectivo de historiadores, archiveros, investigadores de patrimonio y otros profesionales afines, emitieron un pronunciamiento sobre los daños estructurales arquitectónicos en el Edificio Aranjuez, cuyo estado actual pone en grave riesgo el repositorio público que alberga una de las colecciones y reservas más importantes del patrimonio nacional. A mayo de 2020 tampoco ha habido respuestas oficiales al respecto con un plan técnico y público que dé cuenta del destino de esta reserva y el resguardo de sus colecciones. Finalmente, es importante mencionar que el Ministerio de Cultura y Patrimonio de Ecuador había abanderado, a través del Ministro de esta cartera, Juan Fernando Velasco, desde el último trimestre del año pasado, el Plan Ecuador Creativo, programa que contempla el impulso a incentivos tributarios y créditos para emprendimientos culturales, en una suerte de guiño sonriente a la Economía Naranja. Desde el inicio de su gestión, Velasco ha inclinado la balanza a favor de industrias y emprendimientos creativos, nociones cercanas al universo artístico del Ministro, quien ha desarrollado una carrera como cantante y músico pop desde hace varias décadas.
En este panorama, en marzo pasado, el gobierno nacional anunció la cuarentena y el confinamiento en todo el país, el cierre y suspensión de actividades culturales y espectáculos, restricciones en el uso y circulación en espacio público, y una serie de medidas de registro global para controlar y desacelerar el contagio de Covid-19. Espacios culturales públicos y autogestionados, funciones, proyectos y acciones de artistas populares en las calles se han paralizado por un periodo aún indefinido. Frente a esta situación, la primera reacción pública fue la del Ministro de Cultura y Patrimonio que anunció el programa “Desde mi casa”, que consistía en entregar, por concurso público, 200 dólares a 200 artistas a nivel nacional, a modo de fondo de producción para una función unipersonal a ser transmitida por la televisión pública en franja horaria familiar. Los 40.000 dólares que representan el total del fondo fueron gestionados por este Ministerio a través de la banca pública. La medida rápida y populista, de gesto compasivo y conciliador con los artistas más vulnerados, fue aplaudida por una parte de ellos y rechazada por otros que esperaban una propuesta de mayor envergadura. Por su parte, la ciudadanía mostró en redes sociales un claro rechazo no solo al programa ministerial sino a que los artistas cobrasen por cantar o montar una obra de teatro on-line en plena crisis. Enunciados como: “Los artistas están para ayudar en esta crisis no para lucrarse de ella”, “Más que artistas son parásitos”, “Para los artistas promocionar su arte es suficiente apoyo” -por poner algunos ejemplos- mostraron la marcada incomprensión de buena parte de la ciudadanía sobre el quehacer artístico y la necesidad de una pedagogía social. De esta preocupación nació la campaña de viñetas para redes sociales #ElArteTambiénEsTrabajo #YPunto que gestamos con varios colegas. Las bases del programa “Desde mi casa” se presentaron el 21 de marzo y los contenidos seleccionados serían producidos y programados a fines de ese mes; sin embargo, a inicios de mayo, el programa aún no ha sido ejecutado.

Campaña #ElArteTambiénEsTrabajo #YPunto.
Otra de las reacciones inmediatas fue la liberación de contenidos y acceso abierto a productos y servicios culturales, que podían ser virtualizados, de parte de algunas instituciones públicas (recorridos en museos, digitalización de publicaciones, transmisión de grabaciones de conciertos, etc.). Queda pendiente una reflexión profunda en política cultural de lo que significará esta transición a la cultura digital y la importancia de pensar en el dominio público y otras medidas de protección a contenidos locales frente al monopolio de las grandes plataformas digitales globales. A esta circulación de contenidos de acceso público y gratuito se han sumado con obras, cursos y otras propuestas creativas, colectivos, agrupaciones independientes y artistas individuales. Esta práctica tiene que ver con posicionar la idea de que la cultura importa porque acompaña, sana, entretiene y educa durante el confinamiento; sin embargo, el impulso rápido y desborde de contenidos on-line no ha sido evaluado todavía en toda su complejidad en cuanto a debates vinculados a propiedad intelectual, control de contenidos, gratuidad, brechas de acceso tecnológico y digital para los consumos culturales, en un contexto como el ecuatoriano, donde el consenso social aplaude al arte de trabajo voluntario y lo cuestiona cuando se quiere cobrar por él. La gratuidad parecería ser casi una obligación que debe recaer sobre las vidas y cuerpos de artistas y gestores culturales, incluso en esta emergencia.

Campaña #ElArteTambiénEsTrabajo #YPunto.
Algunas agrupaciones y espacios teatrales de la capital (Quito Eterno o el Patio de Comedias, por ejemplo) han mudado su trabajo a la producción escénica digital como medida para generar una inyección directa y rápida de recursos, que se complementa con campañas de donación de dinero en una suerte de salvataje social a proyectos específicos. Se han ideado, así también, nuevos servicios enfocados sobre todo en la educación artística en casa. Me pregunto ¿cuánto puede durar esta estrategia? ¿No genera competencia desmedida y una saturación de contenidos virtuales? ¿Cómo entran en juego, en la cultura digital globalizada, los proyectos locales versus producciones internacionales de mucha mayor visibilidad, con una infraestructura comunicacional y tecnológica fuerte y que, además, pueden soportar la crisis de otro modo? No me refiero solo a las grandes transnacionales del comercio cultural digital o del entretenimiento sino a los proyectos e instituciones artísticas de otros países que soportan mucho mejor la emergencia por la presencia de políticas culturales de Estado más sólidas.

Campaña #ElArteTambiénEsTrabajo #YPunto.
El pasar de los días nos ha dejado claro que los efectos de la crisis pandémica son una afectación de clase que atraviesa de modo distinto al artista/gestor cultural que puede endeudarse, tiene un espacio propio o cedido sea por el Estado o por su familia, ahorros y activos, que a quien no tiene esas garantías. Afecta de modo distinto a quien vive del pluriempleo, donde la producción cultural generalmente es subsidiaria de otros trabajos (hay que analizar que estos “otros trabajos”, como por ejemplo, la docencia, hoy están en riesgo de perderse debido a los recortes en Educación, anunciados por el gobierno). Y le afecta aún más al artista “empírico”, al artista popular, a los artistas de la calle, trabajadores del espacio público, que comparten con otros agentes sociales la informalidad, la falta de seguridad social, en vulneración extrema. Para este último grupo, el 25 de abril pasado, el Presidente Lenin Moreno difundió entre las acciones urgentes del Plan Integral de Contingencia para los trabajadores del arte y la cultura, la destinación de un millón de dólares para 5.500 artistas y gestores culturales que se encuentren en condición de vulnerabilidad; este monto será distribuido a través de un bono de 60 USD mensuales, durante tres meses. Se ha estimado también la entrega de canastas de alimentos con apoyo del Ministerio de Inclusión Económica y Social y la campaña “Dar una mano sin dar la mano”, con un promedio de 600 cajas de alimentos semanales que se repartirán a una lista de aproximadamente 3.000 personas del sector cultural, en situación vulnerable. Tanto en la definición de esta medida como en el registro y entrega de datos sobre agentes sectoriales vulnerados han participado algunas agremiaciones y colectivos culturales del país.

tomado de twitter Ministerio de Cultura y Patrimmonio
Sin duda, la atención pública a la urgencia de las necesidades alimentarias y otras básicas es muy importante en estos momentos; sin embargo, vale la pena recalcar lo siguiente: una medida emergente ayuda, pero no es una política; aceptar el asistencialismo mesiánico como única relación permanente y posible entre Estado y agentes culturales, es, por decir lo menos, perverso. Segundo, el Ministerio de Cultura y Patrimonio deja claro una vez más que tiene una deuda fundamental de datos e investigaciones sobre agentes y prácticas artísticas culturales denominadas hoy “vulnerables”, que muchas veces escapan a la rigidez de “lo profesional” y límites jurídicos de Estado; y tercero, esta iniciativa de ayuda urgente, con la entrega direccionada de alimentos, no ha sido llevada a cabo exclusivamente desde el gobierno central sino también desde muchísimas iniciativas autónomas de artistas y gestores que operan en redes solidarias de apoyo y más allá del selfie político.
Por su parte, la situación de los espacios culturales independientes de las ciudades -epicentro de su vida cultural- es hoy incierta. Su razón de ser que se vislumbra en el encuentro, en las prácticas festivas, de cercanía, ritualidad, afecto y emociones, se desvanece. Esos espacios de diversas tipologías, que albergan imaginación social, son laboratorios culturales y políticos, y lugares donde se construyen permanentemente comunidades dinámicas, ven amenazadas su sostenibilidad. Me refiero a la librería independiente, la casa autogestionada, el café/bar centro cultural, el cine y teatro de pequeños aforos. Para todos estos espacios, ni gobierno central ni gobiernos locales han anunciado aún una política pública específica y direccionada. La sensación de indefensión flota entre nosotros. Es claro que la comprensión estatal de que todo espacio y práctica artística-cultural cabe en la etiqueta de “emprendimiento”, sin un sustento técnico que permita una comprensión contextual de su funcionamiento, conduce a imaginarios de productividad, negocio y rentabilidad que no representan, en muchos casos, a modos de producción y economía diversos. En este sentido, hoy la única posibilidad ofrecida por el gobierno central es el préstamo y la deuda a “emprendedores culturales” con el programa Crédito Impulso Cultura, recalcado por el Presidente de la República como parte del Plan de Contingencia para el sector cultural.

tomado de twitter de los caricaturistas
La emergencia sanitaria también ha impulsado una serie de iniciativas autogestionadas. Se comparten varias de ellas al final de este artículo; he definido como principio de selección la permanencia y el trabajo colectivo. Estoy segura que muchísimas de ellas escapan a este registro. Entre estas iniciativas, cabe resaltar el ejercicio de levantamiento de datos a través de encuestas que han realizado diversas organizaciones: Frente Musical: Encuesta de Impacto Económico en el Sector Musical Ecuador; la Asociación Ecuatoriana de Técnicos cinematográficos: Encuesta de trabajadores del Sector Audiovisual; Cooperativa Awasqa Muyu: Encuesta de esta Red de Gestión Cultural y Social; Asociación de Fotógrafos: Afectación económica de la cuarentena en el sector fotográfico del país. Los datos levantados por estas organizaciones se usan fundamentalmente, por un lado, en el diseño de estrategias gremiales y colectivas de ayuda durante la emergencia (alimentos o monetaria) entregada a través de la política de las propias organizaciones y, por otro, como herramienta de negociación entre gremios/organizaciones y gobierno central y local para la generación de políticas culturales sustentadas y participativas en la crisis. Otro aporte importante, en esta misma línea, es el levantamiento de datos en apoyo al Ministerio de Cultura y Patrimonio que emprendió el Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura de la Universidad de las Artes: “Estudio de condiciones laborales de trabajadores de las Artes y la Cultura”. Hay que decir que estos ejercicios evidencian que a pesar del importante esfuerzo y avances que ha logrado el Sistema de Información Cultural del Ministerio de Cultura y Patrimonio en los últimos años, los datos recabados son hasta hoy insuficientes para tomar decisiones coherentes y técnicas de política pública, más aún en las circunstancias actuales.
Otras Iniciativas autogestivas han sido las de apoyo y trabajo gremial como “Desde mi ventana”, proyecto de la Asociación Nacional de Artistas Escénicos, que consistió en organizar un concurso de dramaturgia que implicaba la entrega de un fondo de producción más publicación de obra, cuya temática debía partir de la situación de crisis actual (original o adaptación). Asimismo, recientemente se presentó la iniciativa Enjambre Red de Librerías y Editoriales Independientes de Quito, surgida a partir de esta emergencia para estimular prácticas colectivas y solidarias de trabajo alrededor del libro y la lectura. A nivel político, 22 organizaciones reunidas en una suerte de asambleas virtuales, firmaron el Acuerdo Nacional por las Artes y la Cultura que aúna propuestas de medidas urgentes y de mediano plazo en un llamamiento a la construcción de políticas culturales en la emergencia pandémica. Estos documentos que para muchos son meramente enunciativos o letra muerta, ofrecen claves fundamentales de pensamiento político, debate y diálogo colectivo, y señalan la posibilidad de acuerdos mínimos que abren e interpelan las cerraduras de Estado.
Por último, debo señalar que otra de las medidas de emergencia del Plan Integral de Contingencia, promovido por el Ministerio de Cultura y Patrimonio, es la creación de un fondo de un millón de dólares que se distribuirá por convocatoria de concurso público a 2500 actores culturales, con el fin de producir obras de transmisión digital de contenidos artísticos culturales; es decir, un total de 400 dólares para cada proyecto. Este valor en Ecuador no cubre ni siquiera la canasta básica. Las otras medidas del Plan corresponden a la fase de reactivación que no tiene aún definiciones: Líneas de fomento a través de los Institutos de Cine y Audiovisual, Artes, Innovación y Creatividades, y Patrimonio; Replanteamiento de servicios artísticos y culturales, uso de infraestructura, relación con audiencias, visitantes, usuarios; Generación de protocolos, normativas, instrumentos legales; y Circulación de contenidos artísticos y culturales locales y nacionales. El Ministerio no ha emitido ningún pronunciamiento relacionado a la situación laboral de cientos de trabajadores de instituciones culturales públicas que están bajo su competencia, ni tampoco sobre el futuro de museos, bibliotecas y otros equipamientos.
Varios actores culturales del país coinciden en su mirada crítica a esta Plan de Contingencia. Las medidas de lo urgente tienen la virtud, efectivamente, de contener y ganar popularidad de forma rápida (no es cuestión exclusiva de la crisis actual), pero tienden, en general, a reproducir asistencialismo y camuflar problemas estructurales de una política cultural de Estado siempre postergada. Por su parte, el fondo concursable perpetúa una competencia contraproducente en una situación social como la de hoy que requiere de lo cultural en procesos ecosistémicos, de redes y colaboraciones, y no de concursos que tienden a concentrar recursos en quienes poseen mayores capacidades técnicas y capital cultural, experiencia en proyectos, o son afines a los gustos de los jurados de turno.
Cierro este breve panorama con los siguientes planteamientos: durante los momentos de post-crisis, la cultura ha tenido distintas funciones para los proyectos de gobierno de distinta tendencia política, en países latinoamericanos, que se resumen en su utilidad para el consenso social, la conciliación desconflictuada, la recuperación económica, así como los nacionalismos culturales agudizados, hoy extremadamente peligrosos con los movimientos anti-migrantes. ¿Cuál será “el valor y utilidad” de la cultura en escenarios autoritarios, populistas, de economías extractivas, de debilitamiento de lo público y precarización laboral? ¿Cuánto importará la cultura cuando ésta ya no estará -al menos por un tiempo largo- vinculada directamente al turismo y a los espectáculos de alto impacto económico? En el caso de Ecuador, cuya economía depende de las rentas petroleras, ¿qué lugar tendrá la cultura en la agenda política de gobierno y en el Presupuesto General de Estado? En estos días, no hago más que preguntarme por las ficciones existentes en los relatos que han sostenido nuestras políticas culturales de los últimos 20 años. Esas herramientas con las que se construyeron los paradigmas hegemónicos del presente, en gestión cultural, prácticas y diseños institucionales, teorías, discursos político-culturales, no son sino un ejemplo más de proyectos modernizadores siempre incompletos. En Ecuador, desde mediados de la década de los 90, emergieron propuestas de trabajo colectivo de gran potencial político, social y creativo. En muchas de estas, hijas de la crisis bancaria y la dolarización, se asentaron algunas de las raíces más recientes -siempre vivas y permanentes- de los saberes útiles e inútiles para accionarnos hoy. Las experiencias comunitarias, barriales y de trabajo organizado, herederas de una serie de tecnologías sociales y conocimientos ancestrales, siempre activos, guardan un pensamiento para la vida, la resistencia y la supervivencia; todas estas son y serán contingencia continua y presente.
Ministerio de Cultura y Patrimonio
Convocatoria “Desde mi Casa”- Contenidos Artísticos y Culturales para difusión masiva
https://www.culturaypatrimonio.gob.ec/bases-de-la-convocatoria-desde-mi-casa/
Plan Integral de Contingencia para las Artes y la Cultura
Sitios Culturales
https://www.culturaypatrimonio.gob.ec/sitios-de-interes-cultural/
Universidad de las Artes
Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura
Estudio de condiciones laborales de trabajadores de las Artes y la Cultura
http://ilia.uartes.edu.ec/ilia/investigacion/observatorio-de-politicas-y-economia-de-la-cultura/
Sociedad civil organizada
Acuerdo Nacional por las Artes y la Cultura
Cultura Viva Comunitaria Ecuador
Pronunciamiento del Movimiento Ecuatoriano de Cultura Viva Comunitaria
https://www.facebook.com/CulturaVivaEC/photos/pcb.2477138092538297/2477137062538400/?type=3&theater
Campaña #ElArteTambiénEsTrabajo #YPunto
Campaña de Viñetas en Redes Sociales Facebook y Twitter
Asociación Nacional de Artes Escénicas
Desde mi ventana- Concurso de Dramaturgia
Frente Musical
Encuesta de Impacto Económico en el Sector Musical Ecuador
Asociación Ecuatoriana de Técnicos cinematográficos
Encuesta de trabajadores del Sector Audiovisual
Twitter: @AsociacionETC
Resistencia Artística Ec
Plataforma creada para sostener y presentar, vía transmisión en vivo, las múltiples propuestas artísticas ecuatorianas que no logran llegar a escenarios, ya sea a causa de emergencias o debido a la falta de acceso y apoyo.
Facebook: Resistencia Artística Ec.
Cooperativa Awasqa Muyu (Red de Gestión Cultural y Social)
Varias acciones colectivas, incluida una encuesta sobre situación de artistas y gestores durante la crisis. Facebook: Awasqa
Asociación de Fotógrafos
Encuesta sobre Afectación económica de la cuarentena en el sector fotográfico del país. Facebook: Fotógrafos ecuatorianos.
Fluxusfoto-locolectivonossalva
Diario/Diálogo visual colectivo de cómo se enfrenta la emergencia
Instagram: fluxus_foto
SAYCE (Sociedad de Autores y Compositores de Ecuador)
Bono excepcional de 200 USD para socios de mayor vulnerabilidad
Encuentros resilientes
Espacios ciudadanos de reflexión-acción creativa para la crisis y post-crisis.
Facebook: Encuentros Resilientes
Enjambre Red de Librerías y Editoriales Independientes de Quito
Correo: emjambrelared@yahoo.com
Casa Adentro
Agenda Cultural para la Cuarentena
Facebook: Momo Creative Lab
Muy buen análisis. Felicitaciones.
Buen artículo. Adicionalmente, me gustaría saber que soluciones propone?