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¿Qué nos dejó el último Congreso de Gestión Cultural?

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Tal vez el sentimiento predominante sea en la satisfacción del encuentro, y principalmente, el agradecimiento hacia quienes pusieron cuerpo para que esto suceda; a toda la fuerza gestante de la Red Argentina de Gestión Cultural (RAGC) que hizo posible que la Sede Piñeyro de la UNDAV sea un punto de confluencia de gestoras y gestores culturales de diversas latitudes del país; que sea punto de encuentro de distintas miradas y maneras del ejercicio de una práctica que se busca profesionalizar. 

La pandemia que recientemente atravesamos nos quitó, dentro de muchas otras cosas, la posibilidad de hacer lo que se vivió de lleno en las 3 jornadas del Congreso: revincularnos.

Que se hayan generado espacios de intercambio resulta clave para el desarrollo del entramado amplio y diverso que busca conformar el trabajo de la RedArGC. La presencialidad nos permitió las charlas de pasillo, los diálogos que se mantienen en base a los círculos de conversación durante, o luego de los mismos, la puesta en común entre distintos protagonistas de la gestión cultural a lo largo y ancho del país.

Contar con la posibilidad de participar desde Tierra del Fuego, es sin duda una de las gratitudes más grandes de quien suscribe, abriendo camino a la pluralidad de voces de este territorio insular en la conformación de la articulación de una red con una intención marcada de hacer partícipe de los debates a las regiones que conforman nuestro país, repleto de realidades y complejidades inequiparables la una con la otra.

Es dable mencionar la característica bicontinental de Argentina ¿Por qué es relevante pensar en esto? Tal vez, colabora con el ejercicio de soberanía que es reconocernos de manera completa, sin aislar regiones haciendo prosperar lógicas concéntricas en las que se acumulan o invierten gran parte de los recursos (económicos, humanos, de formación, de acceso a la información, entre otras). Poder traspasar la barrera de la insularidad que nos caracteriza resulta por demás gratificante.

Este Congreso nos deja entonces, por un lado, la firme convicción de que la construcción y profesionalización de la Gestión Cultural en Argentina, las problematizaciones y los debates, deben darse de manera federal para entender las realidades que intervienen en todo hacer cultural; y por otro, en relación a un segundo evento de características similares -el Encuentro Federal de Gestión Cultural Pública, que fue desarrollado en paralelo- que aún no estamos a la altura de las consideraciones que atañen a la gran extensión de nuestro territorio Nacional: para el grueso de gestores y gestoras, desplazarse por el país para acceder a formaciones y encuentros no es de lo más sencillo, y se dieron en este caso dos instancias formativas necesarias, en las que tuvimos que elegir entre una u otra.

Merece entonces, a su vez, que reflexionemos sobre las sutilezas que tienen muchos de nuestros discursos federales, para hacer crecer estos encuentros necesarios, que no solo se siguen dando en territorios centrales, sino que además requieren nuestra crítica constructiva para poder sostener con otras acciones más pequeñas aquello que llamamos “federal”, también en términos de oportunidades.

Lejos, muy lejos de solo quedarse con esta anécdota, quisiera retomar el valor que tiene, tuvo y seguirá teniendo la concreción de este primer encuentro. Y continúo con los interrogantes para poder reflexionar: ¿por qué fue tan importante que tuviera lugar algo de estas características?

En principio, porque la práctica de la Gestión Cultural es relativamente nueva y recientemente reconocida, por lo que poder poner palabra qué hacemos y cómo lo hacemos en cada territorio, resulta esencial para profesionalizar este vasto rubro.

En lo personal, adhiero completamente a la dinámica que han tenido los grupos de conversación, y que hayan sido de temas tan necesarios, que hacen al ejercicio de la profesión en distintos ámbitos, porque son dinámicos, porque donde intentemos aproximarnos a desentrañar las problemáticas, vuelven a mutar. Esto hace imperativo que podamos juntar fuerzas en construir de manera colectiva y con distintas visiones regionales, aproximaciones y posibles iniciativas para abordar cada terreno.

Lo fascinante de la gestión cultural, es que todxs tendríamos distintas respuestas al simple planteo de “qué gestionamos cuando gestionamos cultura”, y es que al ser una materia de trabajo tan etérea como lo es “la cultura”, es más que esperable que las respuestas varíen entre unas y otras. Un Congreso de estas características como vía para profesionalizar la actividad, es sin duda un acierto en el camino a lograrlo; nos juntamos a problematizar, nos juntamos a pensar formas, estrategias y abordajes para llevar a cabo nuestra tarea de la manera más responsable y eficiente posible. Es un sano ejercicio recordar y no perder de vista que la construcción de estas respuestas, siempre es colectiva, y es por eso que la magnitud de este Congreso dejará huella en nuestro quehacer. Siempre recordar que esta construcción se nutre de distintas organizaciones, colectivos, instituciones independientes, y de quienes ponen todo de sí para ejercer la gestión cultural como una herramienta transversal, multilateral, y con el poder de transformar procesos; de acercar (y también de alejar) a la comunidad que la conforma.

Como cierre de esta reflexión, celebramos haber concretado tantas oportunidades de compartir el conocimiento, forjarlo en conjunto y, además, dar un primer paso a conformar una fuerza mayor como lo puede ser una Red Federal de gestores y gestoras del país. Esperamos y ansiamos que estas acciones sean solamente el comienzo de los distintos caminos a recorrer para profesionalizar el sector y que, a través de estos recorridos, sigamos fortaleciendo el concepto de federalismo.

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