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Derechos culturales: ¿para quién?

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Es muy común que las políticas culturales se diseñen e implementen sin tener en cuenta las desigualdades de partida que existen en los territorios. Esto provoca que muchas de las iniciativas destinadas a promover el acceso y la participación cultural acaben reforzando las inequidades existentes.

No nos engañemos, son mayoría las personas y comunidades que enfrentan barreras para ejercer plenamente sus derechos culturales y, por lo tanto, requieren atención y medidas específicas. El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU identifica como grupos que necesitan protección especial a: mujeres, niños, adultos mayores, personas con discapacidad, minorías, migrantes, pueblos indígenas e individuos en situación de pobreza. Cada uno de estos grupos enfrenta obstáculos específicos para su participación en la vida cultural que deben ser identificados y abordados de manera sistemática.

Para hacer frente a esta problemática, es clave que las instituciones culturales adopten un enfoque proactivo en el diagnóstico de las comunidades a las que sirven. Este análisis no debe limitarse a los públicos que ya asisten o participan en sus actividades, sino que debe extenderse a aquellos sectores de la población que, por diversas razones, no están accediendo a sus espacios o propuestas culturales.

Hace falta que los agentes culturales desarrollen metodologías de investigación que les permitan conocer no solo quiénes participan en sus actividades, sino quiénes no participan y por qué no lo hacen.

Las organizaciones culturales, especialmente aquellas con un mandato público, tienen la responsabilidad de realizar un estudio detallado de su entorno. Este análisis debe ir más allá de las estadísticas básicas y profundizar en las condiciones socioeconómicas, las barreras de acceso (físicas, económicas, educativas o simbólicas), y las necesidades y aspiraciones culturales de los diversos grupos que componen la comunidad.

Hace falta que los agentes culturales desarrollen metodologías de investigación que les permitan conocer no solo quiénes participan en sus actividades, sino quiénes no participan y por qué no lo hacen. Esto puede implicar la realización de encuestas, grupos focales, entrevistas en profundidad y otras formas de investigación cualitativa que permitan captar las percepciones, expectativas y barreras experimentadas por diferentes sectores de la comunidad.

Además, es fundamental que este proceso de diagnóstico sea continuo y adaptativo. Las comunidades son dinámicas y cambiantes, y las instituciones culturales deben ser capaces de responder a estas transformaciones. Esto implica la necesidad de establecer sistemas de monitoreo y evaluación que permitan ajustar las políticas y programas de manera regular.

Resulta urgente que el conjunto del sistema cultural adopte un enfoque proactivo y basado en evidencia que ayude a comprender y abordar las desigualdades de partida en el acceso y la participación cultural.

Una vez realizado el diagnóstico, las instituciones culturales deben utilizar esta información para diseñar estrategias específicas que aborden las desigualdades identificadas. Esto puede implicar la creación de programas de alcance comunitario, la adaptación de los contenidos y formatos de las ofertas culturales, la incorporación de otro tipo de personas en los equipos de gestión, la apertura de los sistemas de gobernanza o la colaboración con otras organizaciones comunitarias para llegar a grupos subrepresentados.

Es crucial que este enfoque no se limite a las grandes instituciones culturales, sino que se extienda a todos los niveles de la gestión cultural. Los poderes públicos deben proporcionar los recursos y la formación requerida para que incluso las entidades más pequeñas puedan llevar a cabo este tipo de análisis y adaptar sus programas en consecuencia.

Resulta urgente que el conjunto del sistema cultural adopte un enfoque proactivo y basado en evidencia que ayude a comprender y abordar las desigualdades de partida en el acceso y la participación cultural. Solo a través de un compromiso sostenido con este tipo de diagnóstico y adaptación continua se podrá lograr que los derechos culturales sean una realidad para todos, independientemente de su origen, condición o circunstancias.

 

 

Textos consultados:

  1. Barbieri, N. “Es la desigualdad, también en cultura”.
  2. Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU. “Observación general Nº 21”.
  3. Encuesta de participación y necesidades culturales en Barcelona. Ayuntamiento de Barcelona.
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