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Ecosistema de la Música Argentina: diagnósticos, adaptaciones y reacciones ante la crisis

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Este artículo forma parte del ciclo «REPO – Relatos Polifónicos de la música en pandemia». Hasta fin de año, distintas voces latinoamericanas registran el impacto de la crisis en la industria de la música en tiempo real. REPO es un proyecto coordinado por Cecilia Salguero y Carlos Sidoni.

Este texto es una invitación a reflexionar acerca del comportamiento y la reacción por parte de asociaciones, organizaciones y cooperativas de trabajo de la industria de la música argentina, ante el impacto causado por el cese abrupto de actividades provocado por el inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio -ASPO- desde marzo 2020, como consecuencia de la pandemia desatada en todo el mundo. El parate obligado en el que ingresamos una vez comenzada la cuarentena y que tiene incierto final, expuso la fragilidad y delicadeza que caracteriza al ecosistema de la industria musical local que conformamos profesionales de distintos oficios. 

Ecosistema en formación, acarreando deudas históricas

La existencia de una comunidad interdependiente, compuesta por artistas, profesionales que trabajan con ellxs, empresarios y trabajadores que ofrecen servicios (logísticos, de alimentación, productores de seguros, etc) es lo que nos permite imaginar a la industria de la música argentina como un “Ecosistema de la Música Argentina” -EMA a partir de ahora-. Históricamente, la idea de afianzar y formalizar económica y legalmente estos vínculos para que el ecosistema sea sustentable se dio en dos sentidos:

1) En forma intrínseca: intentando generar conciencia, jurisprudencia (no estrictamente legal) y orden para el desarrollo sano de los proyectos musicales.
2) En forma extrínseca: de cara a que la sociedad y el Estado reconocieran a la industria de la música, y por ende de la cultura en general, como generadores de valor y de trabajo.

Estos dos puntos han oscilado entre fuertes tensiones históricas vinculadas a diversos contextos sociopolíticos que han afectado de forma directa la conformación del EMA. A modo de ejemplo, haré dos referencias para que se entienda mejor:

  • La complejidad de definir un sistema en la denominada “Área Metropolitana de Buenos Aires” -o AMBA, conformada por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los 40 municipios de la Provincia de Buenos Aires alrededor de la capital- donde se pudiera contener de forma segura el desarrollo de la actividad musical: No hay tradición de estadios o “arenas” preparadas para el crecimiento masivo de la escena nacional, fenómeno que se observa tanto en la escena musical “under” o independiente como para los espectáculos masivos.
  • Desde el regreso de la democracia en Argentina en 1983, los diferentes gobiernos han dado mayor o menor lugar al reconocimiento de este ecosistema. Un claro ejemplo se observa en la siguiente secuencia histórica: en el año 2014 es creado el Ministerio de Cultura de la Nación, que tenía rango de Secretaría desde hacía muchos años. En 2018, con el cambio de gobierno, se degradó nuevamente a Secretaría, para volver a ser Ministerio en el año 2019, con un nuevo cambio de autoridades nacionales.

Como consecuencia de esta inestabilidad generada por la alternancia de visiones distintas en las gestiones políticas, el Estado no ha logrado un claro diagnóstico del sector. Ante la coyuntura de la pandemia se vio en la urgencia de un relevamiento inédito hasta el momento, y para ello debió identificar interlocutores colectivos profesionales o de oficios, que incluso eran inexistentes antes de este contexto y se conformaron a velocidad récord.

Esta inestabilidad produjo ciertas irregularidades en el desarrollo del EMA, que sin dudas se evidenciaron ante el cese obligado de actividades en Marzo de este año. Esto dejó a la vista varios asuntos complejos sin resolver a lo largo de la historia de esta industria, sobre todo alrededor de la producción en vivo, principal fuente de ingreso para muchos proyectos. Una rápida enumeración evidencia: falta de leyes que regulen las relaciones de trabajo en la industria de la música, la ausencia de políticas que funcionen como protección y eventual contención ante posibles crisis que impidan el normal desenvolvimiento del ecosistema, la falta de diagnósticos consensuados entre los diferentes actores y organizaciones.

Un plan de trabajo y contención para atravesar la crisis.

Musicxs, operadores de sonido, luces,y video, backliners, asistentes de escenario, personal de carga, de limpieza, proveedores de hospitality, equipo de logística, transportistas, productores, agencias de viaje y de seguro, maquilladores, vestuaristas, coreógrafos, productores de campo, road managers, empleados de empresas de seguridad y limpieza, djs, músicos, managers, clubes de música en vivo, promotores y bookers, agentes de prensa, productores de campo y road managers, empresas proveedoras de servicios técnicos, venues especializados en entretenimiento, etc tienen una sola certeza: Por las características de la crisis sanitaria global, serán los últimos en volver a trabajar, en tanto la situación no esté totalmente superada. Es decir fueron los primeros en parar y serán los últimos en regresar. 

Para la mayor parte del EMA cuyo modelo de negocio provenía fuertemente de las actividades vinculadas a la música en vivo, fue inevitable la sublimación de la energía en pensar distintas formas de contener esta situación, aún sin final a la vista. Ante la falta de contención rápida del Estado, puesto que no alcanzaron con el primer shot de respuestas dirigidas a las economías más formalizadas y organizadas, los actores del ecosistema comenzaron a consolidar y/o construir con mayor intensidad sus colectivos de representación, buscando validez representativa a la hora de proponer soluciones a escala de sus posibilidades y conveniencias.

A su vez, se produjo un fenómeno interesante. Muchos de lxs actores del EMA antes mencionados fortalecieron con su participación a asociaciones locales con más o menos experiencia y tradición política, como AADET, ACMMA, UMI, FAMI, CLUMVI, SADEM, ASIAR, entre otras. La respuesta del Instituto Nacional de la Música (INAMU), dirigida a las necesidades de lxs musicxs independientes y complementaria al programa estatal nacional “Ingreso Familiar de Emergencia” (IFE) que no alcanzaba a esa comunidad, reforzó la asistencia a una gran parte informal de la economía del sector. Esto obligó a la parte más “industrial” del ecosistema a revisar sus números para empezar a negociar con los diferentes estamentos estatales. Se requerían políticas públicas que sirvieran para poder pensar cómo atravesar lo que estaba sucediendo.

La adaptación a la «nueva normalidad»

Protocolos, streaming, “enlatados”, autorizaciones, elementos sanitizantes, permisos de circulación, capacitaciones, empezaron a ser palabras cada vez más usuales en el día a día de la industria musical argentina, a partir de Marzo del 2020. Sin embargo, aún nos preguntamos: ¿son conceptos que pueden convivir con modelos sustentables de negocio? ¿Estamos capacitados para entender lo que significan realmente? ¿Tenemos los elementos técnicos para desarrollarnos en esta transición?

Es importante entender que el streaming ya formaba parte de nuestra vida. La transmisión continua, o retransmisión en directo forman parte de la dinámica de la mayoría de plataformas sociales de consumo cultural. Pero en la industria de la música en vivo nunca se había desarrollado como negocio individual. A partir del ASPO algunos servicios de ticketing comenzaron a ofrecer un sistema de acceso con códigos únicos, a través de cuentas premium de otra plataforma de video, Vimeo. Pero así como surgieron estos modelos de negocio nuevos, aparecieron nuevos problemas vinculados a ellos. No todos estaban a la altura tecnológica para soportar las grandes cantidades de usuarios ingresando en simultáneo. 

Las versiones menos “comerciales”, fueron “a voluntad” a través de sistemas de código QR, transmitiendo por la plataforma YouTube, o incluso, Facebook Live.  Aquí se suma otro elemento de análisis: las soluciones que llamaré por “generación”, ligadas a su vez a la desigualdad en la accesibilidad y democratización de las comunicaciones, pelea histórica del Estado argentino, con perspectiva de reconocimiento de derechos socioculturales ante las compañías dueñas de dichos sistemas. Este elemento surge a partir de algunas soluciones que, a riesgo de caer en generalidades indebidas, las denominaré “soluciones por generación”: 

– Artistas con público de más de 50 años, accedieron de forma directa a pagar una entrada para ver espectáculos desde su casa. Sin dudas, no se vieron condicionados por una experiencia online. 

– Artistas con audiencias jóvenes (18-30 años) vinculados a nuevos géneros musicales venían desarrollando un formato de producción vinculado a las escuchas masivas en plataformas como Spotify o YouTube, generando ingresos sólidos que les permitió prescindir, en un primer momento, del desafío de generar espectáculos vía streaming. En muchos de estos casos, además, son artistas solistas o grupos con menos integrantes musicales que las bandas u orquestas/colectivos musicales.

De esta segmentación surge la duda de qué realidad le queda a los artistas cuyo público va entre los 30 y 50 años, que vivían de la música en vivo con equipos de trabajo estable. Los primeros conciertos por streaming demostraron que para ser una opción de negocio para ese segmento, debían mejorarse muchas cosas. Pocos emprendimientos, empresas o marcas lograron generar alternativas en serie y de calidad. Requiere inversiones muy fuertes en tecnología y comunicación que permitan vender entradas y ofrecer una experiencia relevante para el público. Y para eso, deben existir condiciones contextuales.

Como manager e integrante de una cooperativa artística, cuyo marco legal es igual a cualquier otra cooperativa de trabajo, y como miembro de un asociación donde se representan los intereses de los managers de artistas, entendí que estábamos ante una serie de fallas que debíamos asumir en forma rápida, para poder comenzar a reparar nuestro medio cuanto antes. 

Un futuro mejor para nuestra Industria: fortalecida, más estable y organizada

Con el correr de los días, fui teniendo una convicción: la pandemia pasará, volveremos a vivir conciertos y espectáculos deportivos, pero sin embargo, mientras dure la crisis, es importante reparar las fallas que nosotros mismos propagamos por el solo hecho de no atenderlas y dejar que se profundicen. 4 ejes para este punto: 

  • Autocrítica: Reconocer el haber fomentado un sistema endeble, que no tiene los “papeles en regla” para afrontar un problema mucho más pequeño: la incapacidad de describir cuantitativamente nuestro entorno como industria. En este sentido, emergió la falta de preparación y desconocimiento sobre tecnología y nuevas herramientas que debe hacernos recapacitar sobre la importancia de la formación constante. 
  • Comunicación hacia afuera: Se debe mejorar la interpretación de la audiencia para comprender de qué manera está dispuesta (si lo está), para colaborar con el proyecto.
  • Contención y claridad hacia adentro:  Asumir rápidamente el impacto causado por este contexto nos obliga a soluciones flexibles y ajustables al marco histórico inédito, hacia adentro de cada proyectos.
  • Nuevos modelos de negocio para la nueva normalidad (y para la normalidad conocida): Fomentar funcionamientos acordes al entorno y los modos de consumo actual, para transitar el tiempo por venir atentos a lo que las nuevas generaciones de gestores y artistas ya tienen incorporado.

Con 6 meses de pandemia recorridos, puedo decir que los estados argentinos (nacionales, provinciales, municipales) han ido respondiendo a diversos planteos de forma sólida tanto por la organización de los actores de la misma industria de la música como por la voluntad política de reconocer la importancia de cuidar y acompañar este ecosistema. Aún con bases ideológicas que sustenten visiones de Estado distintas, no se debe caer en una trampa que nos impida reconocer y asumir falencias propias. Acaso las más importantes a ser subsanadas en este contexto.

Si bien la crisis es y será muy fuerte, no deja de ser una oportunidad para re-pensar modelos de trabajo, sociedades, colectivos, modelos más inclusivos y seguros. La salida de esto será sana si podemos garantizar más y mejores condiciones para el EMA.

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