Apuntes del año que (se notó que siempre) vivimos en peligro
La Cátedra libre de Gestión cultural de la Facultad de Artes UNLP llevó a cabo un ciclo de cuatro conversatorios virtuales, a modo de acompañar y situar en debate la crisis económica del sector cultural, derivada de la cuarentena y aislamiento social obligatorio. El propósito fue aprovechar cierta corrosión del sentido común imperante para transformar las estructuras que garantizan la desigualdad y precarización en el campo artístico y cultural. Aquí extendemos algunas coordenadas, fruto de esos intercambios.
1.
Aproximadamente cuatrocientas personas participaron en un ciclo de cuatro encuentros en los que se plantearon y debatieron herramientas innovadoras para trabajar sobre la sustentabilidad económica de proyectos, procesos y carreras del campo artístico a partir de una intensa reflexión sobre coincidencias y disidencias de los soportes culturales a los que dan respuesta. En épocas de consumos digitales -y de derechos laborales largamente obviados-, dieciocho invitades especiales acercaron propuestas y miradas particulares que intentaremos disponer para quienes transitan esta nota.
Se presenta aquí la necesidad de profundizar a la brevedad en el tema de los derechos de autoría e interpretación, revisar las legislaciones imperantes, su época y contextos de origen (promulgadas en épocas de miradas sobre la cultura que se encuentran atravesadas por un eje que tensiona entre élites y cultura popular y en clara alineación con las primeras); a modo de resguardar a quienes están más desprotegides.
2.
Destacamos un síntoma sintónico común, que se evidenció a través de los encuentros, ya sea en Benito Juárez, Lima, Paraná o Brasilia. Se manifestó la genuina preocupación por las condiciones de precariedad endémicas del sector –y su presente emergencia, de manera monstruosa y particular-, seguidas de la mano del optimismo de las propuestas, para que los Estados den respuestas a cuestiones aún sin cubrir. Si bien quedó claro que la Argentina se destaca en relación al resto en términos de disponibilidad para abordar la cuestión, no puede obviarse que los instrumentos con los que se cuenta se heredan de perspectivas anacrónicas, mal fundadas en términos de información, y con escasos presupuestos.
En este sentido, vale la pena destacar que en nuestro país contamos con personas con vasta experiencia en territorios, con conocimientos situados, anclados y probados en el hacer. Con fuertes lazos intelectuales y afectivos hacia sus lugares propios, y en diálogo con encuadres teóricos que cada vez más se despegan de prácticas colonizadas y producen su propio pensar. De alguna manera, como se dijo también en los conversatorios, hay que poder cuidar, conservar, potenciar estas experiencias y no dejarlas de lado por imposiciones, desatenciones o incluso desconocimiento.
3.
Las conversaciones evidenciaron, la necesidad de contar con mejores instrumentos de organización política para el sector, así como la germinalidad de algunos procesos -siempre basados en conocimientos anteriores- para atender al menos, en el terreno de la narrativa política las demandas del momento.
Se reconoció que los avances logrados en el marco de gobiernos de corte emancipatorio, en los primeros lustros del siglo, fueron rápida y eficientemente revertidos por la restauración neoliberal: el caso uruguayo, con un gobierno tan reciente, es quizá el caso más fresco que se comentó en el ciclo.
Se puede pensar en este sujeto actual, tan sensible y permeable a las operaciones que circulan mediáticamente, la llamada guerra informática incluso, donde trolls, posteos en twitter y otros gestos similares son amplificados algorítmicamente y marcan tendencia en los medios masivos, instalan agendas, presionan políticamente. Si bien una cosa es twittear con enojo y otra es salir a las calles a traccionar o definir votos, consideramos que la alternativa a estas operaciones de enorme poder son las de formación, producción propia de materiales y medios y una apuesta educativa a mediano y largo plazo para incidir en imaginarios y habitus de modo no epitelial sí no con un carácter preeminente y perdurable.
4.
Revertir el centralismo, que -como lógica- impera en todes nosotres, es una oportunidad que la crisis nos lega. Pensar las políticas públicas desde los territorios, con menores mediaciones de los niveles centrales en términos de premoldeado de propuestas, es una necesidad imperiosa. En Argentina, el capital humano y la acumulación profesional geográficamente dispersa, como se dijo, es una realidad contundente que permite tomar posición por una modalidad más participativa en lo operativo, pero por sobre todas las cosas, que no proyecte las características culturales de los grandes centros urbanos como un sistema de valores deseado para todo el territorio nacional. La política de arraigo que nuestra vastedad territorial requiere (y acá citamos al Presidente) no puede -ni debe- desarrollarse sin una política cultural que, en perspectiva intercultural, iguale ante la consideración pública el valor de cada identidad y cada cultura presente en nuestro territorio. Así como la malaria del sector está federalmente distribuida, tenemos que comprender que la fórmula para resolverla también lo está.
La diversidad cultural, los modos de hacer y mirar arte, tradición, modos de vida y creación no deberían ser empobrecidos, subsumidos, anulados en nombre de una sola forma de construcción identitaria; se observa, que en estos momentos lejos de unir, debilita. Una conversación entres les distintes más bien aloja en sí las diferencias y permite asimismo mayores consensos y mejores convivencias, como ejercicio democrático y apuesta vital.
5.
Se planteó que la modalidad colaborativa constitutiva de la práctica cultural comunitaria tiene que ser un modelo para la práctica política. Que debemos insistir en la escucha y en la generación de lazos de ciudadanía afectiva. Que tenemos que dejar de percibir al sector como una máquina expendedora de contenidos, y volver a situarnos como obreros del sentido en una trama que incluye inexorablemente lo social y lo político.
Por cierto si pensamos en la cultura como práctica podemos corrernos del tema de los contenidos porque ya se desdibujan los límites impuestos por un marco de productividad que le debe mucho al capitalismo financiero de cuño nórdico y entonces las prácticas rituales, las fiestas populares, los espectáculos de pequeña y gran escala, las maneras de transmisión cultural diversas, menudas y amplias, quedan por dentro y no por fuera. En fin, pensar al/la sujeto/a no como mero consumidor/a si no como partícipe active en la vida pública, sea cual sea su ámbito de pertenencia y despliegue.
6.
En síntesis, se dijeron pocas novedades. Y muchas cosas trascendentes; que se actualizaron, como herramientas que se afilan para horadar los nudos de este sistema que -hoy como nunca- deja clara su inviabilidad. Afianzar ese sentimiento de desconfianza sobre la organización actual del mundo (del poder) es -ahora para quienes integramos la Cátedra- un desafío cultural imperioso, para poder apropiarnos del futuro para construirlo juntos en términos más igualitarios.
Por ello, se considera que este marco de síntesis y ordenamiento permite claramente diseñar horizontes, planificar modos de ejecución y concreción con propósitos a corto, mediano y largo plazo, posicionarse en un diálogo serio y fundado con los distintos actores que intervienen en el campo, revisar las lógicas implícitas y detectar sus falacias. Pensar modos nutrientes de hacer que nos den disfrute, acceso y derechos plenos.
Agradecemos a los participantes de los conversatorios:
Chino Sanjurjo (Ministerio de Cultura de la Nación), Melina Gomez (Centro Cultural Colibrí), Pablo Amadeo (Librería Malicia), Kekena Corvalán (curadora y docente), Silvio Lang (director teatral e investigador), Raul Notta (actor, ex director de Cultura de Pergamino), Silvina Irouleguy (gestora cultural), Siro Colli (de la Subsecretaría de Políticas Culturales), Marcelo Diaz (poeta, ex Subdirector de Instituto Cultural de Bahía Blanca), Federico Prieto (Director de Formación y Diversidad de la Secretaría de Cultura de Entre Ríos), Paola Audisio (Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Jujuy), Franco Rizzi (director de cultura de Belgrano de Córdoba y ex Secretario de Extensión de la Universidad Nacional de Córdoba), Natalia Villanueva (actriz y gestora cultural), Lucrecia Cardoso (Secretaria de Desarrollo Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación), Luciana Laguisquer (dramaturga uruguaya), Marcio Tavares (Secretario de Cultura del Partido de los Trabajadores del Brasil), Paloma Carpio (de la Pontificia Universidad Católica del Perú) y Felipe Arango (artista plástico y referente de la Unidad Nacional de Artistas de Colombia).
Texto elaborado por Federico Escribal, Florencia Ochiuzzo, Diana Rogovsky y Noelia Zussa, integrantes de la Cátedra Libre de Gestión Cultural, Facultad de Artes, UNLP.
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